miércoles, 14 de diciembre de 2016
RALLY DAKAR EN RUACANA...
Por asuntos de trabajo, nos toca visitar el norte de Namibia muy a menudo, en concreto la región de Ruacana: ese pedazo de tierra que nos recuerda que Namibia, aunque más evolucionada, también es África...
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jueves, 12 de mayo de 2016
CATARATAS VICTORIA, SUPONGO...
Vivir en África tiene estas cosas, que aprovechas la visita de la family para coger un avión destino a Zimbabwe, al ladito de casa, y poder pasar el fin de semana en cataratas Victoria, rodeado de naturaleza y disfrutando de un buen lodge (en nuestro caso el Gorges, en plena garganta del Zambeze).
En realidad, estaba previsto que el famoso Doctor Livingstone fuese a China, pero al estallar la Guerra del Opio sus trazados planes se fueron al traste y terminó por embarcarse rumbo al continente africano. Allá por 1851 llegaba el intrépido escocés hasta el río Zambeze (yo me lo imagino con salacot y dando órdenes en una pequeña canoa...), aunque no fue hasta el 16 de noviembre de 1855 cuando descubrió las famosas cataratas a las que bautizó Victoria, en honor a su reina, dicen...
Los nativos de la época, sin embargo, las apodaban como "humo que truena", y así las sigue llamando la gente local. El nombre les va que ni pintado porque, efectivamente, el rugido del agua se escucha desde kilómetros de distancia y, cuando el caudal es apoteósico, la condensación de agua que se genera es de tal magnitud que parece humo.
Situadas entre la frontera de Zambia y Zimbabwe, son todo un espectáculo de la naturaleza que bien merece una visita, no me extraña que sean una de las mayores atracciones turísticas del África austral. Como en cualquier sitio de turisteo, existe todo un negocio montado entorno a las cataratas, os cuento... Cada vez que pasamos la frontera, debemos pagar 40 dólares en Zambia y 30 dólares en Zimbabwe, detalle que a más de uno le hace reflexionar de si merece la pena verlas desde ambos ángulos (los precios varían según las nacionalidades). Yo soy de las que piensa que: "para una vez que voy a estar en Victoria Falls, me apunto a todo...", pero entiendo que haya quien eche cuentas. Y es que en Victoria Falls todo es bastante caro...
Y entonces... ¿ES MEJOR VERLAS DESDE ZAMBIA O DESDE ZIMBABWE?
Se dice que las mejores vistas las tiene Zimbabwe, pero es importante que tengamos en cuenta la época en la que vamos a visitar las cataratas:
- En temporada seca (de octubre a febrero), la mejor opción es verlas desde Zambia, que es cuando apenas lucen agua en este país. Las cataratas se secan en el lado zambiano y es posible atravesar a pie el cauce, algo imposible de realizar en temporada húmeda. También es en Zambia donde existe la posibilidad de darse un baño en la famosa piscina del diablo (Devil´s pool), pero ¡ojo!, ¡ésto sólo es posible en temporada seca!
- En temporada húmeda, en cambio, la mejor opción (si sólo queréis visitar un país) es ver las cataratas desde Zimbabwe, pues el 75% de las cataratas son visibles desde este lado. Recomendamos llevar chubasquero, pues son tan caudalosas que salpican y puedes acabar totalmente empapado.
¿QUÉ HACER EN VICTORIA FALLS?
Tirolina, rafting y demás deportes de aventura están a la orden del día. Se puede incluso caminar entre leones, sobrevolar las cataratas en helicóptero (150 € por 13 minutos de viajecito), conocer poblados de gente local... Seguro que en el hotel donde os alojéis os informan de todo ello.
Nosotros nos animamos con una de las actividades más solicitadas y pudimos navegar por las aguas del Zambeze, avistando hipopótamos y cocodrilos mientras nos tomábamos un gin-tonic viendo la puesta de sol. Qué dura es la vida a veces...
En realidad, estaba previsto que el famoso Doctor Livingstone fuese a China, pero al estallar la Guerra del Opio sus trazados planes se fueron al traste y terminó por embarcarse rumbo al continente africano. Allá por 1851 llegaba el intrépido escocés hasta el río Zambeze (yo me lo imagino con salacot y dando órdenes en una pequeña canoa...), aunque no fue hasta el 16 de noviembre de 1855 cuando descubrió las famosas cataratas a las que bautizó Victoria, en honor a su reina, dicen...
Estatua del Doctor Livingstone
Los nativos de la época, sin embargo, las apodaban como "humo que truena", y así las sigue llamando la gente local. El nombre les va que ni pintado porque, efectivamente, el rugido del agua se escucha desde kilómetros de distancia y, cuando el caudal es apoteósico, la condensación de agua que se genera es de tal magnitud que parece humo.
No, no es niebla, ¡es agua!
Situadas entre la frontera de Zambia y Zimbabwe, son todo un espectáculo de la naturaleza que bien merece una visita, no me extraña que sean una de las mayores atracciones turísticas del África austral. Como en cualquier sitio de turisteo, existe todo un negocio montado entorno a las cataratas, os cuento... Cada vez que pasamos la frontera, debemos pagar 40 dólares en Zambia y 30 dólares en Zimbabwe, detalle que a más de uno le hace reflexionar de si merece la pena verlas desde ambos ángulos (los precios varían según las nacionalidades). Yo soy de las que piensa que: "para una vez que voy a estar en Victoria Falls, me apunto a todo...", pero entiendo que haya quien eche cuentas. Y es que en Victoria Falls todo es bastante caro...
Y entonces... ¿ES MEJOR VERLAS DESDE ZAMBIA O DESDE ZIMBABWE?
Se dice que las mejores vistas las tiene Zimbabwe, pero es importante que tengamos en cuenta la época en la que vamos a visitar las cataratas:
- En temporada seca (de octubre a febrero), la mejor opción es verlas desde Zambia, que es cuando apenas lucen agua en este país. Las cataratas se secan en el lado zambiano y es posible atravesar a pie el cauce, algo imposible de realizar en temporada húmeda. También es en Zambia donde existe la posibilidad de darse un baño en la famosa piscina del diablo (Devil´s pool), pero ¡ojo!, ¡ésto sólo es posible en temporada seca!
- En temporada húmeda, en cambio, la mejor opción (si sólo queréis visitar un país) es ver las cataratas desde Zimbabwe, pues el 75% de las cataratas son visibles desde este lado. Recomendamos llevar chubasquero, pues son tan caudalosas que salpican y puedes acabar totalmente empapado.
Vista desde el lado de Zimbabwe
¿QUÉ HACER EN VICTORIA FALLS?
Tirolina, rafting y demás deportes de aventura están a la orden del día. Se puede incluso caminar entre leones, sobrevolar las cataratas en helicóptero (150 € por 13 minutos de viajecito), conocer poblados de gente local... Seguro que en el hotel donde os alojéis os informan de todo ello.
De crucero por el Zambeze...
Nosotros nos animamos con una de las actividades más solicitadas y pudimos navegar por las aguas del Zambeze, avistando hipopótamos y cocodrilos mientras nos tomábamos un gin-tonic viendo la puesta de sol. Qué dura es la vida a veces...
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jueves, 31 de marzo de 2016
SPITZKOPPE: MONTAÑAS DE PIEDRA BAJO LA LUZ DE LA VÍA LÁCTEA...
En Namibia también se celebra la Semana Santa así que, aprovechando que no tocaba trabajar, nos escapamos con unos pocos bártulos y unos buenos amigos de acampada a Spitzkoppe, donde las montañas son de piedra y el cielo alumbra más que las farolas (merece la pena quedarse a dormir).
Condujo Gabriel, que para eso tiene un cochazo de esos enormes con ruedas de elefante. Éramos cinco y hacía calor, pero los paisajes que jalonaban el camino hasta allí eran tan increíbles (como casi todos en este país de contrastes), que las gotas de sudor merecían la pena.
Tardamos una hora y media en llegar desde Swakopmund. Lo primero que hicimos fue escoger un buen sitio para montar el campamento, aunque los mejores estaban ocupados, ¡mecachis!... Aún así, logramos hacernos con un sitio chulo donde aposentar nuestras tiendas de campaña. Todas las parcelas están equipadas con un barbacoa rústica y un baño longdrop que te corta en seco las ganas de hacer popó.
Organizado todo el chiringuito, nos dimos un paseo por las impresionantes montañas de piedra, donde habitan las dassie, una especie de animalillo entre rata y ardilla, o capibara con enanismo, que vive cobijada bajo las rocas.
A la hora de la cena, los chicos afilaron los cuchillos y nos prepararon una *braai (barbacoa en africans) con costilla y chorizo de estraperlo. Manjares imposibles de encontrar en los supermercados namibios, pero fáciles de enviar por barco de punta a punta. Qué rico todo. Gloria bendita. Prometemos que la chacina sabe mil veces mejor cuando estás en el extranjero.
Con la tripa llena de spanish food, llegó el tiempo de verbena. Cervezas, risas y espectáculo de cariocas de fuego de la mano de Pilar, nuestra querida amiga namibio-andaluza que tiene arte para todo. Fue tan bonito que yo al día siguiente me animé a bailarlas, aunque sin fuego, claro...
Antes de acostarnos sobre el suelo de Spitzkoppe, miramos hacia el cielo, donde las estrellas dibujan infinitas constelaciones y la vía láctea se deja ver, allí, en mitad de la noche, como un montón de leche desparramada por el suelo. Fue la primera vez en nuestras vidas que tuvimos ocasión de verla tan clara, y sin telescopio. Así que, ya podemos decir que, en un pequeño rincón de Africa, bajo el cielo estrellado de Namibia, alzamos la vista al cielo y nos encontramos, frente a frente, con la vía láctea. Nada más y nada menos. Como un regalo caído del cielo...
Condujo Gabriel, que para eso tiene un cochazo de esos enormes con ruedas de elefante. Éramos cinco y hacía calor, pero los paisajes que jalonaban el camino hasta allí eran tan increíbles (como casi todos en este país de contrastes), que las gotas de sudor merecían la pena.
Tardamos una hora y media en llegar desde Swakopmund. Lo primero que hicimos fue escoger un buen sitio para montar el campamento, aunque los mejores estaban ocupados, ¡mecachis!... Aún así, logramos hacernos con un sitio chulo donde aposentar nuestras tiendas de campaña. Todas las parcelas están equipadas con un barbacoa rústica y un baño longdrop que te corta en seco las ganas de hacer popó.
Organizado todo el chiringuito, nos dimos un paseo por las impresionantes montañas de piedra, donde habitan las dassie, una especie de animalillo entre rata y ardilla, o capibara con enanismo, que vive cobijada bajo las rocas.
A la hora de la cena, los chicos afilaron los cuchillos y nos prepararon una *braai (barbacoa en africans) con costilla y chorizo de estraperlo. Manjares imposibles de encontrar en los supermercados namibios, pero fáciles de enviar por barco de punta a punta. Qué rico todo. Gloria bendita. Prometemos que la chacina sabe mil veces mejor cuando estás en el extranjero.
Con la tripa llena de spanish food, llegó el tiempo de verbena. Cervezas, risas y espectáculo de cariocas de fuego de la mano de Pilar, nuestra querida amiga namibio-andaluza que tiene arte para todo. Fue tan bonito que yo al día siguiente me animé a bailarlas, aunque sin fuego, claro...
Antes de acostarnos sobre el suelo de Spitzkoppe, miramos hacia el cielo, donde las estrellas dibujan infinitas constelaciones y la vía láctea se deja ver, allí, en mitad de la noche, como un montón de leche desparramada por el suelo. Fue la primera vez en nuestras vidas que tuvimos ocasión de verla tan clara, y sin telescopio. Así que, ya podemos decir que, en un pequeño rincón de Africa, bajo el cielo estrellado de Namibia, alzamos la vista al cielo y nos encontramos, frente a frente, con la vía láctea. Nada más y nada menos. Como un regalo caído del cielo...
¡Hasta la próxima aventura!
¡FISGA, COTILLEA Y SÍGUENOS!
CONTACTO: canelaycanelon@gmail.com
DATOS PRÁCTICOS:
Para acampar en Spitzkoppe, es necesario sacar un permiso. Puedes obtenerlo en la propia entrada o, si eres más previsor, sacarlo por Internet en spitzkoppe.com
El precio es de 150 N$ por adulto y día y 60 N$ por vehículo.
miércoles, 23 de marzo de 2016
SALIR DE TRABAJAR Y DARSE UN PASEO POR EL VALLE DE LA LUNA...
Qué diferente resulta la vida depende de dónde te toque vivirla... Nuestro día a día en Bilbao estaba repleto de saraos teatrales, gritos en San Mamés, pintxos a tutiplén en una barra, un poco de canturreo con gorgoritos en el txoko, y gotas de lluvia azotadas por un viento de cuchillo que te tersa la piel.
Y ahora, ya ven, no tenemos cerca ni un teatro, ni un paraguas, ni un lugar donde zamparnos unas ricas kokotxas al pil-pil... El otro día organizaron en Swakopmund un mercadillo de Pascua y fue el acontecimiento del mes.
La vida en Namibia transcurre tranquila, entre días de playa y pesca, y alguna que otra escapada a Etosha para ver animales que no podemos encontrar en las carreteras de nuestra tierra. Porque, aunque puedan verse jirafas en Cabárceno, verlas en su hábitat natural mola cien veces más. Vamos, que avistas una jirafa a lo lejos, entre matorrales, y te entra una emoción tal que le sacas mil fotos por minuto. Aunque sólo se vea hierba. No vean qué trabajo luego para borrarlas...
Pero no se vayan a pensar que estamos todo el día de safari. También luchamos día tras día contra la procrastinación que visita a los autónomos que trabajan desde casa. A veces, tecleamos nuestros ordenadores en pijama, picamos de más de la nevera (¡córcholis!), y nos cagamos en Hacienda un porrón de veces (no vean cómo desahoga... ). Todo tiene su parte buena y mala, pero la verdad es que estamos muy contentos, pues siempre nos gustó vivir en la cuerda floja, donde nada es previsible ni rutinario. Sí, siempre fuimos un poco equilibristas...
Tener la oportunidad de vivir en Namibia es un regalo. El otro día, por ejemplo, dimos carpetazo al portátil y nos fuimos de paseo por la Luna, a disfrutar de la calma y de las vistas. Tenemos cerquita de casa un valle esculpido por el río Swakop, repleto de colinas erosionadas y, al parecer, también de las temidas serpientes de arena, aunque no vimos ni una.
Te paras allí, de pies, con cara de tonto y una sensación de soledad que roza lo mágico. No se oye nada más que los bailes del viento y tus pisadas en la arena, y de pronto te sientes como un astronauta: flotando. Siempre me ha fascinado la hermosura de los paisajes muertos. Serenos, profundos, siempre transmitiendo paz a quien los contempla. Observando el paisaje, llegué a la conclusión de que la muerte no siempre es tan fea como se pinta. Debemos exterminar ese miedo hacia lo desconocido, lo oscuro, el "the end". Seguro que, venga lo que venga después, no es más que un valle lunar, erosionado por los recuerdos y miles de anécdotas de una vida pasada...
Y ahora, ya ven, no tenemos cerca ni un teatro, ni un paraguas, ni un lugar donde zamparnos unas ricas kokotxas al pil-pil... El otro día organizaron en Swakopmund un mercadillo de Pascua y fue el acontecimiento del mes.
Llegando al Valle de la Luna...
La vida en Namibia transcurre tranquila, entre días de playa y pesca, y alguna que otra escapada a Etosha para ver animales que no podemos encontrar en las carreteras de nuestra tierra. Porque, aunque puedan verse jirafas en Cabárceno, verlas en su hábitat natural mola cien veces más. Vamos, que avistas una jirafa a lo lejos, entre matorrales, y te entra una emoción tal que le sacas mil fotos por minuto. Aunque sólo se vea hierba. No vean qué trabajo luego para borrarlas...
Pero no se vayan a pensar que estamos todo el día de safari. También luchamos día tras día contra la procrastinación que visita a los autónomos que trabajan desde casa. A veces, tecleamos nuestros ordenadores en pijama, picamos de más de la nevera (¡córcholis!), y nos cagamos en Hacienda un porrón de veces (no vean cómo desahoga... ). Todo tiene su parte buena y mala, pero la verdad es que estamos muy contentos, pues siempre nos gustó vivir en la cuerda floja, donde nada es previsible ni rutinario. Sí, siempre fuimos un poco equilibristas...
Tener la oportunidad de vivir en Namibia es un regalo. El otro día, por ejemplo, dimos carpetazo al portátil y nos fuimos de paseo por la Luna, a disfrutar de la calma y de las vistas. Tenemos cerquita de casa un valle esculpido por el río Swakop, repleto de colinas erosionadas y, al parecer, también de las temidas serpientes de arena, aunque no vimos ni una.
Valle de la Luna
Te paras allí, de pies, con cara de tonto y una sensación de soledad que roza lo mágico. No se oye nada más que los bailes del viento y tus pisadas en la arena, y de pronto te sientes como un astronauta: flotando. Siempre me ha fascinado la hermosura de los paisajes muertos. Serenos, profundos, siempre transmitiendo paz a quien los contempla. Observando el paisaje, llegué a la conclusión de que la muerte no siempre es tan fea como se pinta. Debemos exterminar ese miedo hacia lo desconocido, lo oscuro, el "the end". Seguro que, venga lo que venga después, no es más que un valle lunar, erosionado por los recuerdos y miles de anécdotas de una vida pasada...
¡FISGA, COTILLEA Y SÍGUENOS!
CONTACTO: canelaycanelon@gmail.com
jueves, 17 de marzo de 2016
COMER EN JAPÓN ES SALIVAR MÁS QUE LOS PERROS DE PAVLOV...
En nuestro viaje a Japón, disfrutamos como glotones de la gastronomía japonesa, ¡hay mucho mundo más allá del nigiri de salmón, señores! Ir descubriendo, probando y comparando platos fue un placer máximo, así que nos hemos propuesto hacer una pequeña guía gastronómica para el viajero disfrutón, que al principio, cuando ves la carta llena de gráfica japonesa, cuesta enterarse (y aunque te la den en inglés, porque está llena de nombres raros, como okonomiyaki, takoyaki, sukiyaki...).
En algunos restaurantes, te ayudan con descripciones, dibujos o esos escaparates que a mí me tenían fascinada. Si fuera japonesa, creo que me dedicaría a hacer maquetas de cera de cada alimento. Sí, los japoneses son tan adorables, que crean auténticas esculturas que parecen casi comestibles. Y si no, vean esta foto. ¿Realidad o ficción? ¡Puro plástico, señores!:
Pero no siempre es así es de fácil, así que hoy nos hemos tomado el trabajo de ayudarte un poco. Afilen sus palillos y empiecen a salivar...
¡Con babero y todo!
En algunos restaurantes, te ayudan con descripciones, dibujos o esos escaparates que a mí me tenían fascinada. Si fuera japonesa, creo que me dedicaría a hacer maquetas de cera de cada alimento. Sí, los japoneses son tan adorables, que crean auténticas esculturas que parecen casi comestibles. Y si no, vean esta foto. ¿Realidad o ficción? ¡Puro plástico, señores!:
Escaparate típico japonés...
Pero no siempre es así es de fácil, así que hoy nos hemos tomado el trabajo de ayudarte un poco. Afilen sus palillos y empiecen a salivar...
1. SUSHI:
Cuando hablas de comida japonesa, lo primero que te viene a la cabeza es el Sushi. A mucha gente le da asco pensando que es pescado crudo, pero si sois de esos, dejad los prejuicios a un lado y preparaos para disfrutar de sabores frescos e intensos. El más apreciado es el de atún, pero también nos sorprendió el de unagi (anguila), que está realmente exquisito.
El sushi se acompaña siempre de salsa de soja, jengibre y wasabi, esa bolita verde que pica y sirve para proteger nuestros estómagos, en caso de que el pescado esté malo. Aquí va una pequeña relación de los diferentes tipos de Sushi que podemos encontrar en cualquier rincón de Japón:
Sushi inolvidable, en Tokyo. Cayeron bandejas y bandejas...
El sushi se acompaña siempre de salsa de soja, jengibre y wasabi, esa bolita verde que pica y sirve para proteger nuestros estómagos, en caso de que el pescado esté malo. Aquí va una pequeña relación de los diferentes tipos de Sushi que podemos encontrar en cualquier rincón de Japón:
- SASHIMI: Es el pescado crudo cortado en láminas según sus protocolos ancestrales. Algo así como el carpaccio del sushi, salvando las distancias...
- NIGIRI: ¡éste es muy fácil! Sí, el típico trozo de pescado crudo sobre arroz blanco. Y recuerden, lo que se unta en soja es el pescado, ¡nunca el arroz!
- MAKI: Una pieza de pescado (los míticos son los de atún) en el centro, envuelta en arroz y alga nori por fuera.
- ROLL: Suelen ser bastante elaborados, con varias cosas dentro (salmón, aguacate, etc..), enrollados en alga nori, y ésto, a su vez, enrollado en arroz.
- HAND ROLL: Es como un cucurucho de alga nori con trozos grandes de pescado.
- GUNKAN: Un poco de arroz en la base, con lo que tú quieras encima, y todo ello enrollado en alga nori. Los gunkan más típicos en Japón son:
+ Huevas de salmón
+ Los adentros del cangrejo
+ Los de erizo de mar (el preferido de nuestro querido Canelón).
Pero si vais a un garito fetén de sushi, pedid el delicioso Negitoro (el favorito de Canela). Es atún picado a cuchillo, con un poco de negi (cebollino) por encima. Un manjar.
A veces, si tenéis suerte, los cocineros sacan de la pecera el pescado en cuestión (por ejemplo, una especie de besugo), lo laminan en vivo y lo ponen encima de la barra. El pescado (o lo que queda de él), todavía se mueve y coletea que da pena. Ésto lo hacen para que veas que es ¡fresco, fresco! La verdad es que me cuesta mucho imaginarme a un vegano en Japón...
Como dato curioso, os comento que los restaurantes de sushi se han modernizado tanto (sobre todo las grandes cadenas), que lo mismo haces el pedido a través de una tablet o una máquina, y la comida viene volando, sobre una cinta transportadora. Toda una experiencia que se merece más de un vídeo.
2. RAMEN:
Lo primero que debes hacer al llegar a Japón, es meterte un ramen entre pecho y espalda, o sea, una sopa con fideos que te transporta al Nirvana. Cada cual tiene su receta, así que existen un montón de tipos y, créanme, todos están deliciosos. Aquí os dejamos algunos de los tipos de ramen más comunes:
- TONKOTSU RAMEN: El secreto está en el caldo, hervido, durante horas y horas, con huesos de cerdo "Tonkotsu". Teta de novicia, señores.
- MISO RAMEN: se trata de una sopa hecha a base de miso. Nosotros la tomábamos antes de ir a dormir, siempre que salíamos de fiesta, y así evitábamos tener resaca al día siguiente. Mano de Santo, oigan...
- SHIO RAMEN: es la más simple de todas las variedades de ramen, con un caldito transparente que entra fino filipino.
- SHOYU RAMEN: ¡nuestro preferido! Es el más común, se hace con una mezcla de salsa de soja, un caldo especial cociendo durante horas... Impresionante, ¡la sopa de todas las sopas! Normalmente te ponen carne de cerdo, negi y brotes de soja por encima. Un espectáculo...
Todas las sopas se acompañan de fideos y Gu (toppings), que pueden ser:
- Menma: bamboo encurtido
- Huevo hervido: lo hierven tan sólo 7 minutos.
- Negi: rodajas finas de cebollino.
- Brotes de soja a tutiplén.
- Naruto: una rodaja de pasta de pescado (normalmente surimi) con forma de flor, color rosado y blanco. Muy deseado por los japoneses. En cuanto lo ves, exclamas: ¡¿qué es eso?!
- Algas: como, por ejemplo, nori.
- Rebanadas finas de cerdo.
- Kimchi: col con guindilla y otras especias que a nuestro Canelón le gusta comérselo a pelo. A Canela no le va nada...
- Sésamo: suele haber molinillos de sésamo en los restaurantes, para que cada cual se sirva al gusto.
3. GYOZAS:
Esta especie de empanadilla hervida y pasada por la plancha nos robó el corazón. Recuerdan bastante a los "Dim Sum" chinos, y entran de vicio acompañando a una cerveza a media tarde. Normalmente, están rellenas de carne, pero encontramos un garito en Kyoto que las tenían de todo: wasabi, chilli, vegetales... Por supuesto, nos hicimos fans de la tasca al momento.
4. FIDEOS:
Los japoneses consumen tanto arroz como fideos. Existe todo un mundo sobre texturas, ingredientes con los que combinarlos, modo de comerlos... Los platos de fideos más típicos son:
- YAKISOBA: el típico plato de tallarines salteados con verduras y salsa de soja. Para los cobardes que no se atreven a probar todo lo demás... Pero también están buenos, ¿eh?
- SOBA: fideos hechos de trigo sarraceno, delgados y oscuros (tienen un color grisáceo). Se sirven fríos, o calientes en sopa.
- UDON: son fideos de trigo, blancos y gruesos, que se comen fríos. También se sirven calientes, si los pides en sopa.
5. YAKITORI:
Una simple brocheta de pollo y verduras, hecha a la parrilla y servida con salsa teriyaki.
6.TEMPURA:
Es común encontrar restaurantes donde comer solamente tempura: de vegetales, pollo, pescado... Se suele utilizar también como acompañamiento de otros platos, como fideos o sopas, por ejemplo.
7. OKONOMIYAKI:
Guarrindoganda donde las haya, es deber de cualquier viajero atreverse a probarlo y observar cómo lo hacen. Es difícil explicar lo que es... Algunos osan compararlo con la pizza, ¡válgame Dios! ¡Ni color! Es más bien una tortita de fideos, o algo así:
Lo hacen sobre una plancha caliente y, en algunos restaurantes, dejan que te lo hagas tú mismo. A Canelón le quedó fetén, pero a mí me salió un revuelto...
Arroz blanco, cubierto con lo que pidas. Lo más común es pedirlo con Tonkotsu, o sea, cerdo rebozado.
9. EDAMAME:
Vainas de soja hervidas en agua con sal. Se sirven enteras, con las judías dentro, normalmente como aperitivo. Es habitual, en ciertos bares, sacarlas cuando pides una cerveza o refresco. Que sepas que si te las comes, luego te las cobran... pero ya que estamos en Japón, habrá que probar, ¿no?.
10. SUKIYAKI:
Plato de carne de ternera, troceada muy fino (o tofu en versión vegana), que se acompaña de verduras y se cuece a fuego lento. Se suele servir con una salsa para mojar.
11. SHABU-SHABU:
En la misma línea que el sukiyaki, consiste en una fondue de carne y verdura. Tradicionalmente, se cocina con buey cortado finamente.
12. NIKUMAN:
Panecillos rellenos de carne y verduras. Los venden en cualquier supermercado, como el Lawson, y también puedes comprarlos en tiendas más especializadas. Cuidado, ¡que queman!
13. FUGU:
Sí, se trata del famoso pez globo, carísimo y encima venenoso, pero para los japos es toda una delicatessen. Nosotros no pudimos catarlo, debido a su elevado precio.
14. BUEY DE KOBE
Si el fugu es la delicatessen del mar, el buey de Kobe es el sumun de la carne. Cara de narices, pero si pasan por Kobe no duden en probarla, aunque sea unos gramitos de ná... Ya se comerán después un helado para llenar el buche.
15. TAKOYAKI:
Misteriosas bolas de pulpo que no te dejarán indiferente. Puedes encontrarlas en las zonas de Osaka y Kyoto. Prometemos que... ¡se mueven! Sí, ponen un pescado seco rallado por encima que parece que está vivo! Tenemos un vídeo que en breve colgaremos en Instagram... ¡Mola un rato!
16. MOCHI y DAIFUKU (variedad de mochi):
Deliciosos pasteles hechos de arroz glutinoso. Pueden verse en un montón de escaparates y llaman la atención por lo bonitos que son.
17. DORAYAKI:
Dulce japonés que consiste en dos bizcochos redondos como tapas, rellenos de anko (una especie de judía dulce) y chocolate. ¡No duden en pedir postre!
- NIGIRI: ¡éste es muy fácil! Sí, el típico trozo de pescado crudo sobre arroz blanco. Y recuerden, lo que se unta en soja es el pescado, ¡nunca el arroz!
- MAKI: Una pieza de pescado (los míticos son los de atún) en el centro, envuelta en arroz y alga nori por fuera.
- ROLL: Suelen ser bastante elaborados, con varias cosas dentro (salmón, aguacate, etc..), enrollados en alga nori, y ésto, a su vez, enrollado en arroz.
- HAND ROLL: Es como un cucurucho de alga nori con trozos grandes de pescado.
- GUNKAN: Un poco de arroz en la base, con lo que tú quieras encima, y todo ello enrollado en alga nori. Los gunkan más típicos en Japón son:
+ Huevas de salmón
+ Los adentros del cangrejo
+ Los de erizo de mar (el preferido de nuestro querido Canelón).
Pero si vais a un garito fetén de sushi, pedid el delicioso Negitoro (el favorito de Canela). Es atún picado a cuchillo, con un poco de negi (cebollino) por encima. Un manjar.
Negitoro y Gunkan de tripas de cangrejo
A veces, si tenéis suerte, los cocineros sacan de la pecera el pescado en cuestión (por ejemplo, una especie de besugo), lo laminan en vivo y lo ponen encima de la barra. El pescado (o lo que queda de él), todavía se mueve y coletea que da pena. Ésto lo hacen para que veas que es ¡fresco, fresco! La verdad es que me cuesta mucho imaginarme a un vegano en Japón...
Como dato curioso, os comento que los restaurantes de sushi se han modernizado tanto (sobre todo las grandes cadenas), que lo mismo haces el pedido a través de una tablet o una máquina, y la comida viene volando, sobre una cinta transportadora. Toda una experiencia que se merece más de un vídeo.
2. RAMEN:
Lo primero que debes hacer al llegar a Japón, es meterte un ramen entre pecho y espalda, o sea, una sopa con fideos que te transporta al Nirvana. Cada cual tiene su receta, así que existen un montón de tipos y, créanme, todos están deliciosos. Aquí os dejamos algunos de los tipos de ramen más comunes:
- TONKOTSU RAMEN: El secreto está en el caldo, hervido, durante horas y horas, con huesos de cerdo "Tonkotsu". Teta de novicia, señores.
Tonkotsu ramen
- SHIO RAMEN: es la más simple de todas las variedades de ramen, con un caldito transparente que entra fino filipino.
- SHOYU RAMEN: ¡nuestro preferido! Es el más común, se hace con una mezcla de salsa de soja, un caldo especial cociendo durante horas... Impresionante, ¡la sopa de todas las sopas! Normalmente te ponen carne de cerdo, negi y brotes de soja por encima. Un espectáculo...
Shoyu ramen, ¡lo declaramos plato oficial de Japón!
Todas las sopas se acompañan de fideos y Gu (toppings), que pueden ser:
- Menma: bamboo encurtido
- Huevo hervido: lo hierven tan sólo 7 minutos.
- Negi: rodajas finas de cebollino.
- Brotes de soja a tutiplén.
- Naruto: una rodaja de pasta de pescado (normalmente surimi) con forma de flor, color rosado y blanco. Muy deseado por los japoneses. En cuanto lo ves, exclamas: ¡¿qué es eso?!
- Algas: como, por ejemplo, nori.
- Rebanadas finas de cerdo.
- Kimchi: col con guindilla y otras especias que a nuestro Canelón le gusta comérselo a pelo. A Canela no le va nada...
- Sésamo: suele haber molinillos de sésamo en los restaurantes, para que cada cual se sirva al gusto.
3. GYOZAS:
Esta especie de empanadilla hervida y pasada por la plancha nos robó el corazón. Recuerdan bastante a los "Dim Sum" chinos, y entran de vicio acompañando a una cerveza a media tarde. Normalmente, están rellenas de carne, pero encontramos un garito en Kyoto que las tenían de todo: wasabi, chilli, vegetales... Por supuesto, nos hicimos fans de la tasca al momento.
Deliciosas gyozas, ¡quierooo!
4. FIDEOS:
Los japoneses consumen tanto arroz como fideos. Existe todo un mundo sobre texturas, ingredientes con los que combinarlos, modo de comerlos... Los platos de fideos más típicos son:
- YAKISOBA: el típico plato de tallarines salteados con verduras y salsa de soja. Para los cobardes que no se atreven a probar todo lo demás... Pero también están buenos, ¿eh?
- SOBA: fideos hechos de trigo sarraceno, delgados y oscuros (tienen un color grisáceo). Se sirven fríos, o calientes en sopa.
Fideos Soba fríos, con tempura de verduras, cerdo y arroz blanco. En Osaka.
- UDON: son fideos de trigo, blancos y gruesos, que se comen fríos. También se sirven calientes, si los pides en sopa.
Sopa de Udon con tempura de pollo. En Kyoto. Ummm...
5. YAKITORI:
Una simple brocheta de pollo y verduras, hecha a la parrilla y servida con salsa teriyaki.
6.TEMPURA:
Es común encontrar restaurantes donde comer solamente tempura: de vegetales, pollo, pescado... Se suele utilizar también como acompañamiento de otros platos, como fideos o sopas, por ejemplo.
Tempura de verduras, en Kyoto.
7. OKONOMIYAKI:
Guarrindoganda donde las haya, es deber de cualquier viajero atreverse a probarlo y observar cómo lo hacen. Es difícil explicar lo que es... Algunos osan compararlo con la pizza, ¡válgame Dios! ¡Ni color! Es más bien una tortita de fideos, o algo así:
Okonomijaki que nos metimos en Hiroshima. ¿Cómo te quedas?
Haciéndonos la cena en Nikko.
8. DONBUNI:Arroz blanco, cubierto con lo que pidas. Lo más común es pedirlo con Tonkotsu, o sea, cerdo rebozado.
9. EDAMAME:
Vainas de soja hervidas en agua con sal. Se sirven enteras, con las judías dentro, normalmente como aperitivo. Es habitual, en ciertos bares, sacarlas cuando pides una cerveza o refresco. Que sepas que si te las comes, luego te las cobran... pero ya que estamos en Japón, habrá que probar, ¿no?.
Picoteo sano en Tokyo...
Plato de carne de ternera, troceada muy fino (o tofu en versión vegana), que se acompaña de verduras y se cuece a fuego lento. Se suele servir con una salsa para mojar.
11. SHABU-SHABU:
En la misma línea que el sukiyaki, consiste en una fondue de carne y verdura. Tradicionalmente, se cocina con buey cortado finamente.
12. NIKUMAN:
Panecillos rellenos de carne y verduras. Los venden en cualquier supermercado, como el Lawson, y también puedes comprarlos en tiendas más especializadas. Cuidado, ¡que queman!
Nikuman recién hecho, en la isla Miyajima
13. FUGU:
Sí, se trata del famoso pez globo, carísimo y encima venenoso, pero para los japos es toda una delicatessen. Nosotros no pudimos catarlo, debido a su elevado precio.
14. BUEY DE KOBE
Si el fugu es la delicatessen del mar, el buey de Kobe es el sumun de la carne. Cara de narices, pero si pasan por Kobe no duden en probarla, aunque sea unos gramitos de ná... Ya se comerán después un helado para llenar el buche.
15. TAKOYAKI:
Misteriosas bolas de pulpo que no te dejarán indiferente. Puedes encontrarlas en las zonas de Osaka y Kyoto. Prometemos que... ¡se mueven! Sí, ponen un pescado seco rallado por encima que parece que está vivo! Tenemos un vídeo que en breve colgaremos en Instagram... ¡Mola un rato!
Takoyaki, o bolas de pulpo, en Kyoto.
16. MOCHI y DAIFUKU (variedad de mochi):
Deliciosos pasteles hechos de arroz glutinoso. Pueden verse en un montón de escaparates y llaman la atención por lo bonitos que son.
Daifuku. ¡Qué ricooooo!
17. DORAYAKI:
Dulce japonés que consiste en dos bizcochos redondos como tapas, rellenos de anko (una especie de judía dulce) y chocolate. ¡No duden en pedir postre!
Por supuesto, hay muuuucho más, pero no nos da la vida para contarlo todo...
Espero lo disfruten y se pongan las botas en su visita a Japón. ¡Al ataquerrrr!
Espero lo disfruten y se pongan las botas en su visita a Japón. ¡Al ataquerrrr!
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miércoles, 16 de marzo de 2016
QUÉ VER Y HACER EN HIROSHIMA EN DOS DÍAS...
Hiroshima no es tan sólo una ciudad triste que te remueve por dentro, como ya les contamos aquí. Además de conocer los horrores que trajo consigo la bomba atómica, hoy en día también hay cabida para la vida alegre en Hiroshima. ¿Qué visitar y hacer en esta ciudad en una visita express de dos días? ¡Te lo contamos!
Día 1
1. C0n0cer su hist0ria...
Sí, visitar el Museo Memorial de la Paz es obligatorio. Por un simbólico precio de 50 yenes, puedes acceder para empaparte y vivir en tus propias carnes todos los horrores que desencadenó la dichosa bomba atómica. Autobuses enteros de turistas acuden a visitar este museo en tropel, por lo que recomendamos madrugar y visitarlo a primera hora. Después, puedes pasear por el Parque Memorial de La Paz, e incluso ver el edificio dónde cayó de pleno la bomba. Pelos de punta...
2. Entrar al castill0 Hir0shima:
También conocido como Castillo de la Carpa, fue destruido por el bombardeo atómico y reconstruido en 1958. Si se dispone de tiempo, vale la pena pasear por sus salas y jardines.
3. C0mer un Ok0n0miyaki en Ok0n0mimura:
No es que el plato sea el sumun culinario, pero sólo por ver cómo se prepara merece la pena catarlo, y es que es todo un ritual. Se trata de una especie de pancake con salsa y un montón de cosas, depende del tipo de Okonomiyaki que pidas puede contener brotes de soja, huevo, queso... Es una guarrindogada en toda regla, pero se deja comer. Claro que, después de diez meses de viaje por el mundo, comíamos piedras...
4. Pasear p0r l0s jardines Shukkeien:
Este hermoso jardín es el plan perfecto para pasar la tarde y bajar el okonomijaki que nos hemos zampado. El jardín Shukkeien es uno de los mejores jardines clásicos de todo Japón, de verdad que la visita merece mucho la pena. Una vez dentro, te olvidas de la ciudad y es casi como estar en un cuento, con cascadas, hermosos puentes, estanques y hasta alguna casa de té. Si os luce el sol, hasta podéis echaros una siestecilla en un banco... ¡recomendable!
5. Muse0 de arte c0ntemp0ráne0:
Esta bastante a desmano, así que lo recomendamos sólo para los grandes amantes del arte, aunque si tenéis tiempo de sobra, una vuelta por los alrededores puede estar bien para observar una vista de Hiroshima desde la altura. Es un lugar tranquilo.
Día 2
1. Excursión a la cercana isla Miyajima:
Estando en Hiroshima, no se puede dejar pasar la oportunidad de visitar Miyajima, a tan sólo 50 km, para contemplar el famoso Otorii color bermellón sobre el agua. Conviene echar un vistazo al calendario de mareas para poder verlo con la marea alta, sin duda mucho más espectacular. Tenéis más información sobre esta isla aquí.
Día 1
1. C0n0cer su hist0ria...
Sí, visitar el Museo Memorial de la Paz es obligatorio. Por un simbólico precio de 50 yenes, puedes acceder para empaparte y vivir en tus propias carnes todos los horrores que desencadenó la dichosa bomba atómica. Autobuses enteros de turistas acuden a visitar este museo en tropel, por lo que recomendamos madrugar y visitarlo a primera hora. Después, puedes pasear por el Parque Memorial de La Paz, e incluso ver el edificio dónde cayó de pleno la bomba. Pelos de punta...
Ésta y más fotos en Instagram
2. Entrar al castill0 Hir0shima:
También conocido como Castillo de la Carpa, fue destruido por el bombardeo atómico y reconstruido en 1958. Si se dispone de tiempo, vale la pena pasear por sus salas y jardines.
Foto de Instagram
3. C0mer un Ok0n0miyaki en Ok0n0mimura:
No es que el plato sea el sumun culinario, pero sólo por ver cómo se prepara merece la pena catarlo, y es que es todo un ritual. Se trata de una especie de pancake con salsa y un montón de cosas, depende del tipo de Okonomiyaki que pidas puede contener brotes de soja, huevo, queso... Es una guarrindogada en toda regla, pero se deja comer. Claro que, después de diez meses de viaje por el mundo, comíamos piedras...
4. Pasear p0r l0s jardines Shukkeien:
Este hermoso jardín es el plan perfecto para pasar la tarde y bajar el okonomijaki que nos hemos zampado. El jardín Shukkeien es uno de los mejores jardines clásicos de todo Japón, de verdad que la visita merece mucho la pena. Una vez dentro, te olvidas de la ciudad y es casi como estar en un cuento, con cascadas, hermosos puentes, estanques y hasta alguna casa de té. Si os luce el sol, hasta podéis echaros una siestecilla en un banco... ¡recomendable!
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5. Muse0 de arte c0ntemp0ráne0:
Esta bastante a desmano, así que lo recomendamos sólo para los grandes amantes del arte, aunque si tenéis tiempo de sobra, una vuelta por los alrededores puede estar bien para observar una vista de Hiroshima desde la altura. Es un lugar tranquilo.
Día 2
1. Excursión a la cercana isla Miyajima:
Estando en Hiroshima, no se puede dejar pasar la oportunidad de visitar Miyajima, a tan sólo 50 km, para contemplar el famoso Otorii color bermellón sobre el agua. Conviene echar un vistazo al calendario de mareas para poder verlo con la marea alta, sin duda mucho más espectacular. Tenéis más información sobre esta isla aquí.
Más fotos de Miyajima en nuestro Instagram
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martes, 15 de marzo de 2016
PLANES EN KYOTO Y ALREDEDORES...
Los fans más fans de este pequeño blog (o sea, nuestras madres), sabrán que nos tiramos dos meses y pico haciendo workaway en Kyoto, todo un lujazo que, sin duda, nos ayudó a conocer esta maravillosa ciudad de otra manera.
Cuando alguien me habla de Kyoto, enseguida evoco imágenes que van mucho más allá de los templos. Veo el pequeño restaurante grasiento en el que sorbíamos el mejor ramen que jamás hemos probado, la estación de tren, el puesto de sashimi del mercado, la cara sonriente de la cajera del Lawson...
Veo las sakuras en flor abarrotando los árboles y llenando de vida las calles. Músicos callejeros animando las tardes junto al río. Maikos en busca del encuentro con su cliente, con sus caras y nucas pintadas de blanco. Callejuelas y escaleras que nos llevan hasta bares que parecen clandestinos... Veo y siento, y echo de menos.
Lo que quiero decir, es que muchas veces los turistas nos empeñamos en ver (y fotografiar en demasía) todos los imprescindibles que nos chivan las guías de viaje que, básicamente, se resumen a templos, museos, actividades que te desgastan hasta la última gota de adrenalina, o trekkings imposibles por montañas empinadas.
Todo eso está genial, y todos (sí, todos, yo también), hemos tenido, alguna vez, la loca pretensión de verlo TODO en pocos días y llenar nuestro álbum de turistadas. Pero a veces, simplemente, hay que olvidarse de la sobreinformación, parar en seco y dejarse llevar para poder vivir las ciudades, en lugar de limitarse a tachar como locos los imprescindibles en el mapa.
Comprendo que los turistas de paso apenas reserven dos o tres días para recorrer Kyoto, o a lo sumo cinco, o hasta una semana (eso ya sería la repanocha)... La vuelta al trabajo nos marca el ritmo vacacional, es lo que hay y toca aguantarse. Pero permítanme contarles los planes que se esconden detrás de los mapas, que apenas nos señalan los templos y las tiendas de alquiler de kimonos. Puede que ustedes tengan pocos días para patear Kyoto, pero hagan que la visita merezca mucho la pena. Hagan que el recuerdo sea mucho más que una suma de templos... Aquí van unos cuantos planes para perderse por Kyoto y vivir la ciudad a la japonesa:
1. Templos para hartarse...
Por supuesto que hay que verlos, pero créanme, no es necesario entrar en todos y cada uno de ellos... Sí, siempre habrá el típico amigo que nos pregunte ¡¿y no viste el templo x?! Y justo ése que no vimos será el que más le gustó... Pero, piénsalo bien, ¿qué es lo que más recuerdas de los viajes? A veces gana ese rato que pasamos tomando una cerveza con aquellos japoneses tan simpáticos que nos recomendaron ir a no sé dónde... Son las anécdotas lo que hacen los viajes interesantes.
2. Las geishas y maikos de Gion
Cuando empieza a anochecer (mayormente en fin de semana), las maikos se pasean por las calles de Gion para reencontrarse con sus clientes. No es fácil verlas, pero quien tiene la suerte de toparse con una de ellas, no lo olvidará jamás. La pintura blanca que cubre sus caras y nucas te paraliza tanto como su forma de caminar, parece que floten por el aire. Se te ponen los pelos de punta... A mí me parecieron algo así como ladronas de almas.
3. Perderse por los bares de Sanjo
Ir de bares por Kyoto es toda una experiencia. Para empezar, porque los bares están escondidos, y eres tú quien debe buscarlos entre callejuelas. Normalmente están situados en pisos altos, por lo que es habitual llegar en ascensor hasta la puerta, en lugar de en taxi. También es un buen sitio para comer unas deliciosas gyozas... ¡La boca agua!
4. Gritar como hienas en un karaoke
Si se dispone de tiempo y ganas de marcha, visitar un karaoke japonés es toda una experiencia religiosa... Tienen un porrón de canciones en inglés, así que el idioma no es excusa, ¡y hasta alguna en español, como La Macarena!
5. Tomar un helado en el parque Maruyama
Los helados japoneses están de muerte y puedes probar sabores diferentes, como el helado de té verde. Si además te lo tomas en la tranquilidad del parque Maruyama, te sabe cien veces mejor.
6. Visitar el Museo del Manga
La visita es interesante, pero no la repanocha. Casi todos los cómics están en japonés, así que olvídate de sentarte a leer algo... Lo recomiendo sólo si te sobra tiempo o eres muy muy friki del manga.
7. Fotografiar los sakuras como locos (del 20 de marzo al 10 de abril, más o menos, que la naturaleza es libre...) Ver los cerezos en flor es uno de los espectáculos de naturaleza más bonitos que se pueden ver. Da la sensación de que los árboles están completamente nevados. Maravilloso...
9. Caminar por el paseo del filósofo
Sin duda, uno de los paseos más bonitos de Kyoto. Comienza cerca del Templo o Pabellón de Plata, y son unos 2 kilómetros de caminata, bordeando el río. Si encima te toca con los cerezos en flor, es impresionante.
11. Sentarse junto al río con un café take away
Muchos jóvenes de Kyoto se reúnen junto al río para cantar, charlar o tomarse algo. Es habitual ver músicos callejeros animando las vistas al río. Nosotros solíamos comprar un café en Lawson y... ¡a disfrutar!
8.Coger un autobús local hasta Arashiyama
El parque Arashiyama es famoso por su bosque de bambú, entre otras cosas. Muchos japoneses se acercan hasta aquí el fin de semana para disfrutar de los paisajes y de un día tranquilo en plena naturaleza. Recomendable para darse un paseo y llevarse unas bonitas fotos a casa.
12. Ir de compras al mercado Nishiki Market
Y ver, y oler, y llevarse a casa auténticas maravillas culinarias que sólo se encuentran en Japón. ¡La de viajes que hicimos al mercado! ¡Ayyy, cómo echamos de menos la gastronomía japonesa!
13. Comer sushi (y de todo) hasta reventar en Osaka
Osaka es, nada más y nada menos, que la capital gastronómica gourmet de todo Japón. Está a tan sólo una hora en tren de Kyoto (si cogéis el barato, también hay trenes más rápidos...), así que una escapada para ponerse chato merece mucho la pena. Nosotros, desde luego, nos pusimos lilis.
10. Perderse entre los 1.000 toriis de Fushimi Inari
Famoso por ser una de las imágenes más famosas de la película "Memorias de una geisha", Fushimi Inari se ha convertido en un imprescindible en cualquier guía de viaje, y la verdad es que lo es. Es uno de esos sitios de los que te llevas millones de fotos... Se llega, fácilmente, en tren desde Kyoto, y no te lo puedes perder.
14. Escaparse al cercano pueblo Uji
Famoso por sus cultivos de té, se puede visitar el precioso templo Byodo-In y, como no, también alguna Casa de Té, donde disfrutar de la tradicional ceremonia del té. Se llega en un pispás cogiendo un tren y está en la misma línea JR que Fusihimi Inari y Nara, así que podemos aprovechar y ver dos de ellas en un día.
16. Excursión a Nara
Tesoro de la Unesco, es obligatorio visitar los templos de Nara, como el templo Todai-ji, donde te verás obligado a esquivar ciervos...
17. Reservar en una destilería de sake y probar el famoso buey de Kobe
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Cuando alguien me habla de Kyoto, enseguida evoco imágenes que van mucho más allá de los templos. Veo el pequeño restaurante grasiento en el que sorbíamos el mejor ramen que jamás hemos probado, la estación de tren, el puesto de sashimi del mercado, la cara sonriente de la cajera del Lawson...
Veo las sakuras en flor abarrotando los árboles y llenando de vida las calles. Músicos callejeros animando las tardes junto al río. Maikos en busca del encuentro con su cliente, con sus caras y nucas pintadas de blanco. Callejuelas y escaleras que nos llevan hasta bares que parecen clandestinos... Veo y siento, y echo de menos.
Nuestro último día en Kyoto, snif...
Lo que quiero decir, es que muchas veces los turistas nos empeñamos en ver (y fotografiar en demasía) todos los imprescindibles que nos chivan las guías de viaje que, básicamente, se resumen a templos, museos, actividades que te desgastan hasta la última gota de adrenalina, o trekkings imposibles por montañas empinadas.
Todo eso está genial, y todos (sí, todos, yo también), hemos tenido, alguna vez, la loca pretensión de verlo TODO en pocos días y llenar nuestro álbum de turistadas. Pero a veces, simplemente, hay que olvidarse de la sobreinformación, parar en seco y dejarse llevar para poder vivir las ciudades, en lugar de limitarse a tachar como locos los imprescindibles en el mapa.
De fiestuky por Sanjo...
Comprendo que los turistas de paso apenas reserven dos o tres días para recorrer Kyoto, o a lo sumo cinco, o hasta una semana (eso ya sería la repanocha)... La vuelta al trabajo nos marca el ritmo vacacional, es lo que hay y toca aguantarse. Pero permítanme contarles los planes que se esconden detrás de los mapas, que apenas nos señalan los templos y las tiendas de alquiler de kimonos. Puede que ustedes tengan pocos días para patear Kyoto, pero hagan que la visita merezca mucho la pena. Hagan que el recuerdo sea mucho más que una suma de templos... Aquí van unos cuantos planes para perderse por Kyoto y vivir la ciudad a la japonesa:
1. Templos para hartarse...
Por supuesto que hay que verlos, pero créanme, no es necesario entrar en todos y cada uno de ellos... Sí, siempre habrá el típico amigo que nos pregunte ¡¿y no viste el templo x?! Y justo ése que no vimos será el que más le gustó... Pero, piénsalo bien, ¿qué es lo que más recuerdas de los viajes? A veces gana ese rato que pasamos tomando una cerveza con aquellos japoneses tan simpáticos que nos recomendaron ir a no sé dónde... Son las anécdotas lo que hacen los viajes interesantes.
Puedes ver más fotos del Templo Dorado en nuestro Instagram
2. Las geishas y maikos de Gion
Cuando empieza a anochecer (mayormente en fin de semana), las maikos se pasean por las calles de Gion para reencontrarse con sus clientes. No es fácil verlas, pero quien tiene la suerte de toparse con una de ellas, no lo olvidará jamás. La pintura blanca que cubre sus caras y nucas te paraliza tanto como su forma de caminar, parece que floten por el aire. Se te ponen los pelos de punta... A mí me parecieron algo así como ladronas de almas.
3. Perderse por los bares de Sanjo
Ir de bares por Kyoto es toda una experiencia. Para empezar, porque los bares están escondidos, y eres tú quien debe buscarlos entre callejuelas. Normalmente están situados en pisos altos, por lo que es habitual llegar en ascensor hasta la puerta, en lugar de en taxi. También es un buen sitio para comer unas deliciosas gyozas... ¡La boca agua!
4. Gritar como hienas en un karaoke
Si se dispone de tiempo y ganas de marcha, visitar un karaoke japonés es toda una experiencia religiosa... Tienen un porrón de canciones en inglés, así que el idioma no es excusa, ¡y hasta alguna en español, como La Macarena!
Foto de móvil, sorry
5. Tomar un helado en el parque Maruyama
Los helados japoneses están de muerte y puedes probar sabores diferentes, como el helado de té verde. Si además te lo tomas en la tranquilidad del parque Maruyama, te sabe cien veces mejor.
6. Visitar el Museo del Manga
La visita es interesante, pero no la repanocha. Casi todos los cómics están en japonés, así que olvídate de sentarte a leer algo... Lo recomiendo sólo si te sobra tiempo o eres muy muy friki del manga.
7. Fotografiar los sakuras como locos (del 20 de marzo al 10 de abril, más o menos, que la naturaleza es libre...) Ver los cerezos en flor es uno de los espectáculos de naturaleza más bonitos que se pueden ver. Da la sensación de que los árboles están completamente nevados. Maravilloso...
Foto en Instagram
9. Caminar por el paseo del filósofo
Sin duda, uno de los paseos más bonitos de Kyoto. Comienza cerca del Templo o Pabellón de Plata, y son unos 2 kilómetros de caminata, bordeando el río. Si encima te toca con los cerezos en flor, es impresionante.
11. Sentarse junto al río con un café take away
Muchos jóvenes de Kyoto se reúnen junto al río para cantar, charlar o tomarse algo. Es habitual ver músicos callejeros animando las vistas al río. Nosotros solíamos comprar un café en Lawson y... ¡a disfrutar!
8.Coger un autobús local hasta Arashiyama
El parque Arashiyama es famoso por su bosque de bambú, entre otras cosas. Muchos japoneses se acercan hasta aquí el fin de semana para disfrutar de los paisajes y de un día tranquilo en plena naturaleza. Recomendable para darse un paseo y llevarse unas bonitas fotos a casa.
Vistas de Arashiyama. Foto en Instagram
Y ver, y oler, y llevarse a casa auténticas maravillas culinarias que sólo se encuentran en Japón. ¡La de viajes que hicimos al mercado! ¡Ayyy, cómo echamos de menos la gastronomía japonesa!
13. Comer sushi (y de todo) hasta reventar en Osaka
Osaka es, nada más y nada menos, que la capital gastronómica gourmet de todo Japón. Está a tan sólo una hora en tren de Kyoto (si cogéis el barato, también hay trenes más rápidos...), así que una escapada para ponerse chato merece mucho la pena. Nosotros, desde luego, nos pusimos lilis.
10. Perderse entre los 1.000 toriis de Fushimi Inari
Famoso por ser una de las imágenes más famosas de la película "Memorias de una geisha", Fushimi Inari se ha convertido en un imprescindible en cualquier guía de viaje, y la verdad es que lo es. Es uno de esos sitios de los que te llevas millones de fotos... Se llega, fácilmente, en tren desde Kyoto, y no te lo puedes perder.
Ésta y otras fotos de Fushimi Inari en nuestro Instagram
Famoso por sus cultivos de té, se puede visitar el precioso templo Byodo-In y, como no, también alguna Casa de Té, donde disfrutar de la tradicional ceremonia del té. Se llega en un pispás cogiendo un tren y está en la misma línea JR que Fusihimi Inari y Nara, así que podemos aprovechar y ver dos de ellas en un día.
16. Excursión a Nara
Tesoro de la Unesco, es obligatorio visitar los templos de Nara, como el templo Todai-ji, donde te verás obligado a esquivar ciervos...
Kobe se encuentra a hora y media de Kyoto y, no hace falta decir, que es famoso por sus destilerías de sake y su archiconocido buey. El buey de Kobe es caro de narices, pero es la carne más buena que vais a probar en vuestra vida. Qué placer...
18. Visitar el castillo de Himeji
Está muy cerca de Kobe, sólo hay que coger un tren y plantarse allí. En mi opinión, es como el Guggenheim, más impresionante por fuera que por dentro.
Foto en Instagram
15. Relajarse en el Onsen de Kurama
Todo aquel que visita Japón debería probar la experiencia de "relajarse" en un onsen... En Kyoto se encuentra el onsen de Kurama, uno de los más famosos, así que ya saben, vayan desprendiéndose de sus ropajes, que en Japón no existe el bañador...
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lunes, 14 de marzo de 2016
MITOS, LEYENDAS Y COSAS CURIOSAS DE JAPÓN...
En Japón existen costumbres y normas muy distintas a las nuestras. El viajero va descubriéndolas poco a poco, a veces por casualidad, otras por haberlo leído en alguna parte... La cuestión es que, cuando uno decide visitar Japón, se crea una imagen llena de mitos y leyendas en su cabeza como, por ejemplo, que los japoneses son bajitos y le dan al sushi todo el día. Pues no, ni son bajitos, ni se alimentan sólo a base de pescado crudo. Es más, el sushi es un alimento caro para ellos, por lo que no lo consumen a diario.
Hace exactamente un año que llegamos a Japón, y recuerdo que al principio nos chocaba un montón que estuviera mal visto comer por la calle. Incluso llegamos a pensar que podría tratarse de una leyenda urbana o bulo, pero no. Como nos gusta más charlar que buscar en google, lo preguntamos a varios japoneses y, aunque no está prohibido, todos nos dijeron que comer por la calle en Japón no es de buena educación. Quizá eso explique por qué es tan difícil encontrar papeleras por las calles japonesas, que siempre están limpísimas, por cierto.
Tampoco se puede fumar por la calle mientras caminas. Dicen que es porque son tantos (127,3 millones de personas) que puedes quemar a alguien en un descuido, pero viendo lo que les gusta plantarse una mascarilla, cualquiera sabe... De ésto te enteras porque de pronto ves un cartel que lo expresa claramente:
Otra cosa que te deja con la boca abierta son los inodoros. Vamos, como que te entran ganas hasta de besarlos. ¡No sabéis lo que se agradece que la tapa esté calentita cuando aprieta el frío! Por si eso fuera poco, también hay botones para poner música, o activar un chorro para limpiar tus partes y también para secarlas. Yo alucino con que el chorro acierte... El futuro hecho baño, señores.
A la hora de comer, las costumbres también varían según las nuestras. Para empezar, porque sólo utilizan palillos y sorben la sopa sin ningún reparo. A nosotros nos llamó la atención su forma de comer el sushi, que poco tiene que ver con lo que veo por Bilbao, donde todo quisqui unta el arroz del nigiri en la salsa de soja. Pues bien, lo que se moja en soja es el pescado, amigos, no el arroz. Y, si queremos un take away, nada de envase de plástico, en Japón lo que mola es envolverlo en hojas.
Luego está el metro. En el andén, enseguida te darás cuenta de que los japoneses hacen cola para entrar al vagón, a veces incluso te lo indican en el suelo. Una vez dentro, no se puede hablar por teléfono, ni llevar el volumen de tu música muy alto, ni hablar a voces... Civismo a tope.
Algo que también pega al ojo, son las borracheras que cargan los hombres trajeados al final del día. Si pillas el metro a partir de las 23.00h, podrás ver cómo los ejecutivos caminan por el andén haciendo eses, se duermen como un oso y apestan a sake. Esto se debe a otra costumbre muy japonesa, y es que, si terminada la jornada laboral el jefe propone ir a tomar una copichuela, los trabajadores han de complacer a su jefe sin rechistar.
Quizá por eso existe en el metro japonés un vagón sólo para mujeres, no vaya a ser que los borrachines tengan la mano larga... Ésto lo averiguamos cuando nos metimos en el vagón femenino, sin saber que existía, y Canelón tuvo que esforzarse mucho por esconder su bigote...
Sí, no es un mito, en Japón tienen muy poquitas vacaciones, sólo 15 días al año, y si te las coges todas del tirón los de la ofi te miran mal... Cuando les decíamos que llevábamos 10 meses viajando, los oooohhhhh de asombro que escuchábamos por su parte duraban como cinco minutos... No se lo podían creer.
Podría seguir diciendo que los libros empiezan a leerse al revés que los nuestros, que casi ningún peatón japonés se salta un semáforo en rojo, que las geishas son un misterio... y un montón de curiosidades más que hacen que visitar Japón sea una sorpresa constante. Pero no voy a contarlo todo, porque siempre me gusta dejar algo para que lo descubras por ti mismo y alucines pepinillos, que descubrir en plan Colón mola mogollón.
Hace exactamente un año que llegamos a Japón, y recuerdo que al principio nos chocaba un montón que estuviera mal visto comer por la calle. Incluso llegamos a pensar que podría tratarse de una leyenda urbana o bulo, pero no. Como nos gusta más charlar que buscar en google, lo preguntamos a varios japoneses y, aunque no está prohibido, todos nos dijeron que comer por la calle en Japón no es de buena educación. Quizá eso explique por qué es tan difícil encontrar papeleras por las calles japonesas, que siempre están limpísimas, por cierto.
Tampoco se puede fumar por la calle mientras caminas. Dicen que es porque son tantos (127,3 millones de personas) que puedes quemar a alguien en un descuido, pero viendo lo que les gusta plantarse una mascarilla, cualquiera sabe... De ésto te enteras porque de pronto ves un cartel que lo expresa claramente:
Respecto al tabaquismo, tranquilo todo el mundo porque en Japón tienen soluciones para todo y existen zonas habilitadas para el fumeteo en pleno asfalto, ¡tócate los pies Macarena! Lo que más me choca, al menos a mí que no soy fumadora, es que está permitido fumar en un montón de bares y restaurantes. Pero no en todos, ¡ojo! Un lío, vamos...
Otra cosa que te deja con la boca abierta son los inodoros. Vamos, como que te entran ganas hasta de besarlos. ¡No sabéis lo que se agradece que la tapa esté calentita cuando aprieta el frío! Por si eso fuera poco, también hay botones para poner música, o activar un chorro para limpiar tus partes y también para secarlas. Yo alucino con que el chorro acierte... El futuro hecho baño, señores.
A la hora de comer, las costumbres también varían según las nuestras. Para empezar, porque sólo utilizan palillos y sorben la sopa sin ningún reparo. A nosotros nos llamó la atención su forma de comer el sushi, que poco tiene que ver con lo que veo por Bilbao, donde todo quisqui unta el arroz del nigiri en la salsa de soja. Pues bien, lo que se moja en soja es el pescado, amigos, no el arroz. Y, si queremos un take away, nada de envase de plástico, en Japón lo que mola es envolverlo en hojas.
Luego está el metro. En el andén, enseguida te darás cuenta de que los japoneses hacen cola para entrar al vagón, a veces incluso te lo indican en el suelo. Una vez dentro, no se puede hablar por teléfono, ni llevar el volumen de tu música muy alto, ni hablar a voces... Civismo a tope.
Algo que también pega al ojo, son las borracheras que cargan los hombres trajeados al final del día. Si pillas el metro a partir de las 23.00h, podrás ver cómo los ejecutivos caminan por el andén haciendo eses, se duermen como un oso y apestan a sake. Esto se debe a otra costumbre muy japonesa, y es que, si terminada la jornada laboral el jefe propone ir a tomar una copichuela, los trabajadores han de complacer a su jefe sin rechistar.
Quizá por eso existe en el metro japonés un vagón sólo para mujeres, no vaya a ser que los borrachines tengan la mano larga... Ésto lo averiguamos cuando nos metimos en el vagón femenino, sin saber que existía, y Canelón tuvo que esforzarse mucho por esconder su bigote...
Sí, no es un mito, en Japón tienen muy poquitas vacaciones, sólo 15 días al año, y si te las coges todas del tirón los de la ofi te miran mal... Cuando les decíamos que llevábamos 10 meses viajando, los oooohhhhh de asombro que escuchábamos por su parte duraban como cinco minutos... No se lo podían creer.
Podría seguir diciendo que los libros empiezan a leerse al revés que los nuestros, que casi ningún peatón japonés se salta un semáforo en rojo, que las geishas son un misterio... y un montón de curiosidades más que hacen que visitar Japón sea una sorpresa constante. Pero no voy a contarlo todo, porque siempre me gusta dejar algo para que lo descubras por ti mismo y alucines pepinillos, que descubrir en plan Colón mola mogollón.
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CONTACTO: canelaycanelon@gmail.com
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