En realidad, para nosotros la gran estrella es el Otorii (o puerta) que da la bienvenida al Santuario, asomando sus brazos de madera bermellón desde el agua. Nosotros calculamos las mareas para poder verlo de esta guisa, y aunque nos tocó madrugar un pelín, mereció mucho la pena. Ya podrían sonar los despertadores siempre para regalarnos imágenes como ésta:
Tras contemplar la majestuosa puerta saliendo del océano, y pelear con algún ciervo hambriento que intentó robarnos los donuts que llevamos para desayunar, iniciamos el ascenso al monte Misen, disfrutando por el camino de paisajes de cuento, como preciosos puentes de madera, cascadas y una vegetación de un verde especial.
La mañana se nos pasó zapateando entre naturaleza, visitando algún templo, y probando exquisiteces culinarias, que no hace falta decir que la gastronomía japonesa se ha ganado nuestros estómagos hace ya tiempo. Tenemos a la báscula contenta...
Antes de despedirnos de la islita y de los ciervos, volvímos a contemplar el Otorii, esta vez sin agua bajo sus pies. Una maraña de turistas se fotografiaba abrazando la madera, pasando por debajo de la puerta, contemplándola, tocándola...
Nosotros no íbamos a ser menos, así que también nos acercanos y vimos que el suelo (vamos, la arena), estaba lleno de monedas. Al parecer la gente las introduce entre las ranuras, quizás deseando que la puerta les regale una pizca de buena suerte.
No sé si el pasar por debajo del Otorii nos traerá algo de fortuna, pero lo que sí sé es que tuvimos mucha suerte de poder verlo en sus dos formas distintas. Nos hubiera apetecido verlo también de noche, pero todo no se puede. Y tú, si fueras a Miyajima, ¿cómo te gustaría ver a esta puerta flotante? ¿sumergida por el agua, o sin la distancia que marca el mar? Yo, lo tengo claro...
¡FISGA, COTILLEA Y SÍGUENOS!
CONTACTO: canelaycanelon@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario
MIL GRACIAS POR COMENTAR!!! Intentaremos responderte, aunque no sabemos cuando...