miércoles, 25 de febrero de 2015

EN EL FESTIVAL DE LOS ELEFANTES DE SAYABOURY...

Estando en el norte laosiano, nos enteramos por casualidad de que todos los febreros se celebra en Sayaboury el Festival de los Elefantes, al parecer una fiesta local a la que practicamente no asisten turistas. A mí aquello de juntar Festival con Elefantes me sonó raro, pero como las casualidades no existen, decidimos investigar...

Resulta que en 2007, una ONG llamada ElefantAsia decidió poner en marcha este festival con la idea de proteger a los elefantes, a puntito de extinguirse. El proyecto tuvo tanto éxito, que desde entonces se celebra cada año, sobre mediados de febrero.

Leímos que esta ONG ayudaba a los mahouts a tratar mejor a los animales, así que decidimos ir, y allí nos plantamos. Bueno, no fue tan fácil, que para llegar tuvimos que pedir a una señora que nos escribiera en una cartulina Sayaboury en lao, montarnos en un bus que nos dejó en un cruce, y hacer dedo.

Por suerte, al de quince minutos paró una furgoneta y pudimos montarnos en su backy (junto a otras cuatro personas y los bultos de otras cuatro que iban en el asiento de adelante, que en teoría era biplaza... ) No sé si el sentir las bofetadas del viento en la cara ayudó a que el paisaje pareciera más bucólico, pero el trayecto en backy hasta Sayaboury, a pesar de no poder mover ni un milímetro los pies, me pareció precioso.

Llegamos casi de noche y aún teníamos que buscar dónde dormir. Sabíamos que las guesthouse suben los precios y se llenan con motivo del Festival, así que íbamos con la idea de hacer homestay, y es que, durante los tres días de festival, los locales abren sus casas a los turistas por un módico precio. Buscamos pues el Centro de Información, donde nos asignaron la casa número 56, además de proporcionarnos el programa del festejo y mapas de la ciudad. A ver si aprenden los del BBK Live...
Todas las casas tienen un cartel con el número asignado 

Con la expectativa de no saber lo que te vas a encontrar, íbamos más felices que un ocho en busca y captura de la casa 56. Una simpática viejecita nos abrió la puerta con más elegancia que la Preysler en las fiestas de Ferrero, y supe que aquello iba a marchar bien... Era nuestra anfitriona, la señora Mae Too Ae, que por supuesto no tenía ni papa de inglés.

Yo no sé si se pensó que nosotros sabíamos laosiano, pero nos soltó unas buenas parrafadas en lao... Al ver que no la entendíamos, se partía de la risa y nos golpeaba suavemente en el hombro, en señal de chanza. Vaya risas... En una de éstas, a mí me cogió del brazo y, sin parar de hablarme en laosiano, me enseñó toda la casa, desde la cocina hasta el baño.

Después nos acomodó en un colchón en mitad del salón, con mosquitera y todo, y nos llevó a su cocina. Nos sentamos pues los tres a la mesa, y comenzó a sacar cestos de arroz, una bolsa con una especie de mermelada de tamarindo, algo parecido al laap, y una sopa fría de pescado. Entre gestos y aspavientos nos invitó a empapuzarnos, como hace cualquier abuela.

El primer día del festival, según el programa, lanzan al cielo farolillos de colores al caer la noche. Yo tenía ganas de verlos volar pero, pudiendo cenar con Mae Too Ae, ¿quién quiere farolillos? Total, que nos perdimos el inicio del festival por cenar con esta señora tan simpática, que a punto estuvo de morir de risa cuando Canelón mordió un hueso de tamarindo, y casi se parte una muela...
No paraba de reírse, pero para la foto se peinó y se puso seria...

En la cama improvisada, dormimos la mar de a gusto, aunque a las 5.30h de la mañana nos despertaron los niños de la casa, que se pusieron a ver los dibujos en el salón. De todos modos, madrugar nos vino bien, porque las actividades festivaleras comenzaban a las 7.00h en el estadio, y queríamos estar allí.

Cuando llegamos al estadio, aquello ya sobrepasaba los ratios... Una marabunta de laosianos recorría las calles, y todo era como en cualquier otra fiesta del mundo: desfiles, ropas tradicionales, puestitos de comida, niños con globos de helio, barracas... La diferencia era que allí había elefantes por todos lados, vestidos con sus mejores galas.


Estuvimos un rato viendo el desfile pero nos moríamos de calor, así que de vez en cuando nos escapábamos a comer algo y tomar una cervecíta... En un viaje de estos de estraperlo, nos sentamos en un césped con una beerlao. Un grupo de laosianos que andaban cerca nos prestó una esterilla, y más tarde acabó invitándonos a sentarnos en su mesa. Nos dieron cervezas y tentempiés asiáticos, y pasamos un rato muy agradable, comunicándonos a base de mímica. Por supuesto salió el tema del fútbol, los niños, y demás... Más castañas que otra cosa, nuestros nuevos amigos nos anunciaron que se volvían a Luang Prabang en furgo, así que nos despedimos y fuimos al río, a ver cómo los mahouts bañaban a sus elefantes.

La verdad que asistir al Festival de los Elefantes fue toda una experiencia, y admito que nos lo pasamos súper bien. Pero sobre todo, fue un gran placer conocer a la gran Mae Too Ae y su familia. Si volvemos a Sayaboury, volveremos a la casa 56...

DATOS PRÁCTICOS :
- Dormir en homestay cuesta 35.000 kips por persona y noche. No incluye las comidas, aunque a nosotros nos invitaron a cenar... En el Centro de Información podéis conseguir una casa (se paga a la casera en mano, no en el Centro).
- Centro de Información: además de conseguir una casa, fuera ponen un tablón con todos los horarios de autobús  a distintos destinos. No olvidéis memorizar el horario que os interesa, o sacar una foto al panel, como hicimos nosotros, que somos muy dados al cambio de planes...
- Cómo llegar a Sayaboury: hay autobuses desde Luang Prabang (3 horas) y desde Vientiane (7horas). Como nosotros fuimos desde Vang Vieng, tuvimos que coger un bus hasta un cruce y hacer autostop.
- ¿Cúando se organiza el Festival?: todos los años en el mes de febrero, sobre el 13 ó 17, depende de cómo caiga el fin de semana. Podéis informaros aquí de las fechas concretas y demás cosas.
- ¿Cuánto dura el Festival?: de viernes a domingo, siendo el sábado el día grande.

sábado, 21 de febrero de 2015

QUÉ NO HACER EN LUANG PRABANG...

Últimamente se ha puesto de moda decir, con cierto desprecio, que Luang Prabang es una ciudad hecha para el turismo. Normalmente se lo escucho decir a los jovenes veinteañeros, que sin duda se encuentran en esa etapa de la vida por la que todos pasamos: la de creer que lo sabes todo sin tener ni puñetera idea de nada.

Hace poco entendí el por qué, y es que navegando por la red topé por casualidad con un blog inglés, en el que una joven "Katie la aventura" cuenta sus peripecias. Se ve que a Katie se le pusieron los pelos como escarpias al pisar Luang Prabang, pues no le pareció tan auténtica como Vang Vieng, donde se tiró dos semanas... Para quien no conozca ni Vang Vieng ni Luang Prabang, diré que la comparativa es algo así como querer meter en el mismo saco a Ibiza y París.
(En Vang Vieng hicimos un bonito trekking hasta la laguna...)

Desde luego, tanto Vang Vieng como Luang Prabang son turísticas (y mucho), la diferencia está en que la primera es famosa por sus fiestas, y la segunda por sus templos. Así qué para gustos...

Luang Prabang es turística, sí, como lo son todas las ciudades maravillosas, ¿o acaso no hay mucho turista en Roma? Mucho antes de que los restaurantes, los grupos organizados y bares de vinos llegaran (a los que nadie te obliga a entrar), los monjes y los templos ya estaban por aquí. Pasear y perderte, ir de templo a templo y quitarte los zapatos para saludar a Buda, es algo que debes hacer para conocer esta ciudad.

Lo que no debes hacer, jamás de los jamases, es creerte laosiano y madrugar para dar de comer a los monjes, mientras sonríes a cámara. La ceremonia de limosna es una tradición budista que se celebra a diario, al amanecer, y hay que mostrar gran respeto hacia ella. En el Sai Bat, mientras los monjes caminan en fila india, descalzos y con una tartera metálica, sus vecinos los esperan de rodillas en la acera, con grandes cestos de arroz. Cada vecino da un puñadito de sticky rice a cada monje (que será su comida del día) para alimentar así a las almas de sus muertos.

Tuve la suerte de ver este ritual hace cuatro años, cuando había por aquí mucho menos guiri casposo. Por desgracia, hoy día se ha convertido en un acontecimiento dantesco. Los guirnaldas compran arroz, dulces y galletas, se plantan en el suelo y, creyéndose Teresa de Calcuta, introducen su compra en las tarteras de los monjes, quienes hace unos años negaban cualquier tipo de comida ofrecida por extranjeros. Ahora en cambio, la aceptan y, ¿sabes lo que hacen con ella? Nada más salir de la calle de los guiris, giran donde los esperan unos niños con cajas de cartón y dan volquete a sus tarteras sin mucho disimulo. Probablemente, los niños vuelvan a revender las galletas a los caritativos turistas...

Aquello parecía un circo. Los grupos de guiris se metían en la fila de los monjes para retratarlos a medio palmo de distancia, haciéndolos incluso parar, retroceder o salirse de la fila. Y les daba igual, ellos sólo querían conseguir "la foto". Me recordó a la persecución que vivieron Dodi Al- Fayed y Diana de Gales en aquel fatídico tunel. No, no exagero. De verdad que me dejó impactada la mala educación de muchos turistas, y no me quiero ni imaginar la que se organizaría si un grupo de laosianos se pone a sacar fotos con flash en mitad de una misa, se sientan junto a los monaguillos, comulgan la ostia...

Cuando te aburras de encontrar un templo en cada esquina, puedes subir todas las escaleras que te llevan hasta la colina Phou Si y disfrutar de sus vistas, visitar el Museo Nacional (antiguo Palacio Real), o conocer sus mercados, como el Phosi Market para nosotros el más auténtico de todos.

También puedes cruzar puentes de bambú que te llevan a zonas más tranquilas, echarte un rato sobre la arena, montar en barco, hacer un curso de cocina laosiana, o coger tu bañador para visitar las cascadas Kwang Si (a unos 30km) en donde pegarte un buen baño refrescante. Olvídate de los guiris y busca tu rincón, porque Luang Prabang ofrece muchas opciones distintas, sólo hay que saber escoger las adecuadas.
 


martes, 17 de febrero de 2015

BOMBAS DE RACIMO A ORILLAS DEL NAM OU...

Dejamos Luang Namtha para dirigirnos a Nong Khiaw, un tranquilo y pequeño pueblo a orillas del Nam Ou. Esta zona es famosa no sólo por ser un remanso de paz donde leer, disfrutar de atardeceres y pasear entre cerdos y gallinas, sino también por ser una de las zonas más bombardeadas de Laos durante la "guerra secreta", que asoló el país durante una década aproximadamente. Se le llama la guerra secreta porque, mientras todo el mundo miraba hacia Vietnam, la CIA y el gobierno de Estados Unidos hacían tres cuartas partes de lo mismo en la vecina Laos. O quizás peor, ya que como "supuestamente" aquí no estaban (Laos era un país neutral cuyo gobierno no estaba en guerra con ellos), se dedicaron a bombardear a diestro y siniestro el país, que ostenta el triste "privilegio" de ser el más bombardeado de la historia.
Según cuentan los historiadores, lanzaron unos dos millones de toneladas de bombas sobre este pequeño país, más de las que lanzaron en toda la segunda guerra mundial, ahí es nada... Si alguien se pregunta el por qué, es muy sencillo: Estados Unidos fomentaba las guerrillas afines a sus políticas para hacerse con el control de la zona, "clave" en su lucha contra el comunismo... Todavía hoy en día existen millones de bombas de racimo sin detonar por todo el país, lo que provoca cientos de muertes y amputaciones todos los años. Varias ONG's siguen trabajando, educando y concienciando a agricultores y niños sobre los riesgos que tienen en la puerta de sus casas. En el 2010 entró en vigor el "Tratado contra las bombas de racimo", un tratado internacional que prohíbe la producción, venta, almacenamiento y uso de este tipo de bombas. A día de hoy, ni Estados Unidos (el mayor productor), ni Israel (uno de los mayores almacenadores), ni China, ni Rusia, entre otros, han firmado todavía...
Campaña de Greenpeace contra las bombas de racimo

Nong Khiaw es un sitio tranquilo donde pasar un par de días contemplando el río y las montañas, a sus gentes y a sus pequeños pueblos adyacentes. Los laosianos, en el primer lugar de nuestra lista de amabilidad y autenticidad (es increíble después de todo lo que han sufrido), hacen que nunca te aburras en estos destinos. Pasear, saludar a algún lugareño, ver una boda típica laosiana, supone algo normal en estos lares.
Cuando uno ya se aburre de este tipo de vida tan ajetreada, puede coger un barco (la única forma de llegar) y subir el río hacia un pueblo, Muang Ngoi, más pequeño y tranquilo todavía. Durante el trayecto, entre montañas y búfalos de agua, uno puede observar la vida cotidiana de estas gentes a orillas del río, pescando, bañándose, lavando la ropa.

Ya en la pausada Muang Ngoi, decidimos hacer un trekking por nuestra cuenta hasta la aldea de Ban Haa, donde los niños salen corriendo del colegio para perseguir a las gallinas, mientras los mayores descansan a la sombra y las mujeres terminan alguna tarea. Ver que los niños todavía te miran con recelo es la señal de que los "falang" no se prodigan mucho por estos pueblos. Fumar un cigarrillo con los mayores mientras te cogen las gafas de sol y se ríen de como les quedan, otra señal de que esta gente vive tranquila y feliz a orillas del Nam Ou. Volveremos...


DATOS PRÁCTICOS:
- Bus de Luang Namtha a Paksong: 120.000 kips, con tuk tuk incluido hasta la terminal.
- Mini van de Paksong a Nong Khiaw: 30.000 kips, sale desde la estación de Paksong.
- Vongmany Guesthouse, en Nong Khiaw: 80.000 kips
- Barco de Nong Khiaw a Muang Ngoi: 25.000 kips
- Rainbow Guesthouse en Muang Ngoi: 70.000 kips (vistas al río, wifi y baño privado)
- Tuk tuk de Nong Khiaw centro a la estación de bus: 5.000 kips (o 20 minutos andando)


martes, 10 de febrero de 2015

DE TREKKING POR LUANG NAMTHA...

Como la última vez que visitamos Laos nos centramos en la parte central y sur del país, teníamos muchas ganas de conocer el norte. Habían llegado a nuestros oídos historias de montañas, ríos y etnias, así que nada más cruzar la frontera desde Tailandia por Houayxai, enfilamos dirección a Luang Namtha.

Esta ciudad es la base desde donde hacer los trekkings para ver los poblados de diferentes etnias o bien hacer caminatas por el parque de Nam Ha, un área de selva protegida. Nosotros, que ya veníamos con una buena experiencia selvática boliviana, teníamos claro lo que queríamos: visitar un poblado de alguna etnia, y cuanto más perdida, mejor.
Mujeres  de la etnia Akha

Con este deseo en mente nos dirigimos hacia Muang Sing, un pueblo cercano desde donde supuestamente también se pueden hacer estas caminatas... Digo supuestamente porque lo único que encontramos fueron muchos chinos (que algún "interés" tendrían por allí), cruzando los brazos en forma de aspa cual Power Rangers cada vez que preguntábamomos por una habitación. Ésto y el que pareciera un pueblo fantasma a nivel turístico, nos hizo preguntarnos si no estábamos haciendo el canelo allí, así que decidimos buscar lo del trekking lo primero.

La oficina de turismo estaba cerrada a cal y canto en horario de apertura, y la pizarra que había fuera marcaba la fecha de la próxima actividad, Marzo del 2013... Todos estos "indicios", además de que no había ni un sólo cartel en toda la calle principal sobre el tema de los trekkings, nos hizo plantearnos nuestra estancia allí. ¿Qué carajo hacemos en un pueblo donde no hay nada que hacer, rodeados de chinos a los que no les gustamos, y sin poder contratar el trekking? El canelo, efectivamente. Así que para no agrandar nuestra leyenda Caneloide, echamos de nuevo nuestras mochilas sobre los hombros y nos volvimos a Luang Namtha.

Ya de vuelta en Luang Namtha tras nuestro día tan bonito y productivo, encontramos un sitio donde dormir y salimos a buscar la excursión. Habíamos pensado en si hacer Homestay en un poblado y hacer un trekking de dos días, pero al final, tras visitar varias agencias, desechamos esta posibilidad por lo siguiente:
1. Precio: pedían 100USD por cabeza (aunque el precio iba bajando si se apuntaba más gente).
2. Todas las agencias hacían el homestay en los mismos tres poblados, por lo que pensamos que precisamente esos poblados no serían los más auténticos...

Tras ver que muchas agencias hablaban de combis kayak-trekking, o se centraban en la parte de la selva, encontramos lo que queríamos en la agencia Green Discovery: un trekking para visitar una etnia minoritaria llamada Ban Sida, que solamente tienen dos poblados en todo Laos. Parece ser que normalmente no lo contrata nadie, porque el trekking no es en el área protegida y porque esta etnia tiene fama de ni saludar al turista.

El trekking transcurría por una zona de bosque durante las primeras tres horas. Al llegar a un pequeño claro, el guía montó un restaurante improvisado en el suelo con unas hojas de banano y disfrutamos de un almuerzo laosiano en toda regla, comiendo con las manos un montón de cosas ricas. Hacías una pelota con el sticky rice y cogías lo que te apeteciera del "buffet"...
Tras el almuerzo, caminamos otras dos horas y llegamos a la zona del poblado. En la parte de abajo están los campos de cultivo y las casetas donde guardan el grano. Según sus creencias, los espíritus del poblado y el espíritu del arroz no pueden estar juntos. Una cerda con sus cerditos nos acompañaron en la subida, y allí llegamos los falang. Eran todo casas de madera y bambú con techos de paja o zinc, la gente haciendo sus quehaceres diarios...
Los niños al principio huían y se metían en las casas, pero tras unas cuantas sonrisas y saludos, salieron poco a poco a examinar a los extranjeros. Creo que les hacía gracia que fuéramos tan distintos a ellos. Como en cualquier parte, había uno que era el más echado palante, se acercaba y nos saludaba cientos de veces mientras se reía. Les hicimos unas fotos y se las enseñamos, lo que provocaba carcajadas a tutiplén. Las niñas eran más tímidas, y si les enseñabas la cámara para ver si querían que les hicieses una foto, salían despavoridas y se metían en las casas. Los adultos no nos hicieron ni caso, seguían con sus trabajos, lo que yo personalmente agradecí ya que no quería que se sintieran como una atracción turística. Lamentamos no haber llevado unos lápices de colores y unos cuadernos para los niños, porque realmente no tenían nada de nada. Todavía no les había llegado la electricidad, así que tenían un motor diesel que utilizaban para las cosas más imprescindibles, como una sierra con la que un lugareño reparaba su casa.
Más tarde se acercó una chica con su bebé, por lo que pudimos preguntarle a través del guía unas cosas básicas. El pueblo estaba compuesto por 360 personas repartidas en unas 60 familias, y los niños eran más de la mitad de la población. Nos contó que se acercaba la época de plantar el arroz, y que durante tres días nadie podría entrar ni salir del poblado para contentar al espíritu del arroz y tener una buena cosecha.

Nos despedimos de los niños, que empezaron con su partida de canicas, y fuimos bajando poco a poco hacia donde nos recogería el coche, a una hora y media del poblado. Antes de volver visitamos un pueblo de la etnia Akha, éste ya tenía electricidad y estaba más desarrollado. Por cierto, antiguamente la gente de esta etnia sólo se podía casar con alguien de su propia etnia que hubiera nacido el mismo día de la semana. Mirad a ver si podríais estar con vuestra pareja actual, en nuestro caso estamos pensando en iniciar los trámites del divorcio ya que yo nací un miércoles y Canela un sábado...
Ropa tiñendo con índigo

Y así terminaba nuestro día, no sin antes pasarnos por el mercado nocturno y cenarnos un rico pato asado. Además, habíamos quedado anteriormente con una señora encantadora de la etnia Akha en que le compraríamos unas pulseras. Ya de paso nos ofreció susurrando un poco de opio (pisssi pisssi) enseñándonos el bote, lo que declinamos entre risas. Un gran final para un mal comienzo.







lunes, 9 de febrero de 2015

CÓMO CRUZAR LA FRONTERA A LAOS DESDE TAILANDIA

Cruzar una frontera siempre genera una ilusión especial, pero a veces una se arma un lío con tanto papeleo, nervios, buscar la foto en el bolso y demás... Si estáis en Tailandia y queréis cruzar a Laos, en este post os explicamos, paso a paso, cómo cruzar fácilmente la frontera.

He de decir, que Laos y Tailandia tienen 6 pasos fronterizos por tierra, pero una de las más comunes es la de Chiang Khong (Tailandia) - Houai Xai (Laos). Como es la que nosotros cruzamos, es la que os vamos a contar, que no nos gusta hablar de lo que no sabemos.

1. BUS HASTA CHIANG KHONG
Lo primero, es coger un bus en Chiang Rai a Chiang Khong (60 bahts). Salen cada media hora, desde las 6.00 de la mañana hasta las 17.30h, y aunque el trayecto dura sólo 2 horas, os recomendamos cogerlo prontito (nosotros lo cogimos a las 10.00, tampoco madrugamos mucho...).

2. DÓNDE BAJARSE
Una vez en el bus, ojo con la parada, porque tenéis que apearos en mitad de una recta, antes de llegar a Chiang Khong. Estad atentos y cuando veáis un cartel que diga "friendship bridge" y muchos tuk-tuks en el arcén, ¡bajaos! Desde allí mismo, coged un tuk-tuk hasta el puesto fronterizo tailandés, deberían cobraros unos 50 bahts.

3. PUESTO FRONTERIZO TAILANDÉS
Lógicamente, en el puesto fronterizo hacéis la salida de Tailandia, aprovecháis para hacer un pis y cogéis un bus hasta el puesto fronterizo de Laos (25 bahts). Este tramo, antiguamente se hacía en barco pero el asunto se ha modernizado.

4. PUESTO FRONTERIZO LAOSIANO
Ya en el paso de Laos, toca hacer los trámites de visado para entrar. Necesitaréis una foto tamaño carné (si no tenéis foto, el oficial os la escanea de vuestro pasaporte por 1 dólar) y 35 dólares americanos. Hay que pagar en dólares, no sirven bahts, por lo que aseguraos de llevar moneda yanqui en la cartera. Tampoco está demás tener un boli, para evitar estar esperando a que se libren... Mientras esperáis a que os den el visado, podéis sacar kips del cajero automático que hay.

5. YA CON LA VISA EN LA MANO
Una vez os entreguen la visa, tendréis que coger un tuk-tuk hasta la estación de bus de Houai Xai (o hasta donde ustedes quieran). Nada más salir, os toparéis con un puñado de tuk-tuks que intentarán aprovecharse y os pedirán 50.000 kips. Con éstos no sirven los regateos, que saben latín, así que, si queréis ahorrar, será mejor que caminéis un poco, unos cinco minutos más o menos. Justo antes de la salida, veréis que hay otro puñado de tuk-tuks, que os cobrarán 25.000 kips.

Esperemos que te sirva, que nos ha llevado un rato redactarlo...
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viernes, 6 de febrero de 2015

ADIÓS TAILANDIA, SABAIDEE LAOS...

Y después de Sukhotai no sabíamos muy bien hacia donde dirigirnos... Nos habíamos encontrado por el camino con varios turistas que nos recomendaron ir a Pai, donde al parecer hay mucha fiesta en poco espacio, así que decidimos dejar las juergas para los veinteañeros y tirar para Chiang Mai.

Nada más llegar, me sentí un poco abrumada por tanto cartel de Trip Advisor y Lonely Planet, sin duda una señal de que el lugar era turístico de narices. Chiang Mai es la ciudad más grande del norte de Tailandia, y tienes para ver casi tantos templos como en Bangkok, pero no sé explicar por qué, a mi no me cautivó demasiado... Reconozco que el casco histórico se merece una visita, pero me faltó el encanto de Bangkok, o la solera de Sukhotai. Aun así, os recomiendo visitar Chiang Mai, porque bonita es, sólo que yo soy raruna...

Además de visitar templos (que acabé un poco hasta el gorro de esquivar turistas), también degustamos la gastronomía local en uno de los míticos restaurantes de la ciudad, el Aroon. A Canelón se le antojó una salchica que, si no se la pide revienta, y también probamos el famoso khao soi, una sopa picante con noodles, típica del norte tailandés.

Estando en Chiang Mai, y ya con el buche lleno, comenzamos a darle vueltas a nuestro próximo gran destino. En nuestro itinerario tocaba Myanmar, pero habíamos leído que la calidad-precio está fatal, que pagas mínimo 30 euros por un cuartucho de mierda, que si has viajado algo por Asia te defrauda, y demás cosas que nos quitaron el ánimo... Tal como está el euro ahora y dadas nuestras credenciales en Chile y Nueva Zelanda, decidimos que mejor no ir, ya tendremos otra ocasión. Pero, ¿hacia dónde tiramos? En Vietnam estuvimos en septiembre, así que no, a Camboya le tenemos ganas, la verdad, y en Laos estuvimos hace cuatro años pero nos gustó tanto que no nos importaría volver.... ¿Y si volvemos? Y así, sin pensarlo demasiado, como todas las grandes ideas, decidimos que Laos sería el próximo destino.

Con esta información cerrada, salimos de Chiang Mai hacia Chiang Rai, un pueblito lleno de viejos turistas decrépitos paseándose de la mano de guapísimas asiáticas. Qué asco... A pesar de que el gobierno tailandés está haciendo lo posible por acabar con el turismo sexual, la verdad es que se sigue viendo. Yo sólo sé que como vea a algún indeseable con una niña, no respondo...

Aparte de tragar con este espectáculo lamentable, que te revuelve las tripas más que un huevo en mal estado, no hay mucho más que ver en Chiang Rai, exceptuando el Templo Blanco. Pasamos la tarde preparando el viaje a Laos y, a la noche, nos fuimos al mercado nocturno, sorprendentemente casi más turístico todavía que el de Chiang Mai, con música y bailes tailandeses que deleitan la cena de los guiris.

A la mañana siguiente amanecimos con la emoción que te invade cuando cruzas una nueva frontera. Cogimos un bus hasta Chiang Khong, rellenamos las visas, pegamos nuestro careto en tamaño foto de carnet, pagamos, lo entregamos todo y, de pronto nos cierran las ventanillas. ¿Cómo? ¿Y nuestro visado? Arrimo la cabeza al cristal y me encuentro esta estampa: todos los funcionarios comiendo de pie, compartiendo cucharas y palillos, risas, sopas y arroces, y tomándoselo con muuucha calma. Así es como aprendí que hay dos maneras de trabajar: con alegría, o con cara de estreñido. ¿Quizá deberíamos aprender más de los laosianos que de los alemanes?

Como era la hora de comer, nos retrasamos un pelín con los trámites, pero al de nada ya estábamos en nuestra querida Laos tomándonos una sopa y riéndonos de todo. Felices. Es increíble que, recorriendos tan sólo unos pocos kilómetros, tengas la sensación de estar en un país diferente. Más verde, más tranquilo, menos turístico. Así es Laos, uno de los países más pobres del sudeste asiático. Sólo te recomiendo que no te pierdas ni un post, porque aunque Tailandia se lleve todos los titulares, Laos tiene algo especial, ya lo verás...

DATOS PRÁCTICOS:
- Para llegar de Sukhotai a Chiang Mai: 6 horas en bus 300 baths
- Qué ver en Chiang Mai: lo más interesante se encuentra en el centro histórico, donde lo mejor es perderse por sus templos. A la noche, se puede visitar su mercado nocturno, cenar algo allí y, quien quiera, practicar shopping.
- Para llegar de Chiang Mai a Chiang Rai: 3 horas en bus, 140baths
- Dónde dormir en Chiang Rai: City Home guesthouse, 500 baths con café y wifi dudosa.

Cómo cruzar la frontera a Laos desde Tailandia: 
Os lo contamos en este post...

martes, 3 de febrero de 2015

ENTRE LAS RUINAS DE AYUTTHAYA Y SUKHOTAI

Tras nuestro periplo urbanita por Bangkok, decidimos ir tirando poco a poco hacia el norte. Nuestro siguiente destino era Ayutthaya, capital del reino de su mismo nombre que gobernó el centro y sur de Tailandia durante cuatrocientos años. Los birmanos, unos de sus principales enemigos, la asediaron e incendiaron en 1767, poniendo fin a esta dinastía. Por lo tanto, no esperábamos que quedara mucho en pie...

Tras buscarnos la vida para coger un transporte local en Bangkok, llegamos a la ciudad nueva de Ayutthaya que, aunque es bastante fea, es donde se encuentran la mayor parte de guesthouse (al menos las más baratas). Al fin dimos con una que tenía una buena relación calidad-precio, así que dejamos las mochilas y nos pusimos en marcha.

Sabíamos que la mayoría de turistas visitan las ruinas de Ayutthaya en bicicleta, pero nosotros, que somos más de andar, decidimos hacer la visita a pie y ahorrarnos unos bahts. Tras veinte minutos de caminata, estábamos en la ciudad antigua. Como esperábamos encontrar cuatro piedras mal puestas, nos sorprendimos gratamente, pues el entorno y las labores de reconstrucción hacían que el paseo fuese agradable.

Visitamos unos cuantos templos, algunos sólo desde fuera, ya que cobraban por entrar a la mayor parte, y tampoco estaban en muy buen estado... El que más nos gustó fue el Wat Phra Si Sampet, donde, aparte de apreciar sus tres chedis, fuimos junto a un grupo de monjes budistas. Y, aunque parezca mentira... ¡inmortalizaban el momento desde sus smartphones! El acceso a la tecnología ha llegado a todas las partes del mundo, es algo imparable. Por un lado me deja un regusto amargo, pero por otro lado pienso que tienen todo el derecho del mundo... ¿Tendrán también facebook? ¿Estarían colgando la foto en Instagram? Ahí lo dejo.
 Wat Phra Si Sampet 

Lo que merece una mención aparte son las hordas de turistas, mayormente asiáticos, que contentos y felices veían las ruinas a lomos de un elefante. No me quiero ni imaginar cómo cuidan y tienen a estos animales. Puedo llegar a entender el utilizarlos en un entorno como la selva, donde muchas veces es la única forma de moverte. Pero para andar por el asfalto, viendo ruinas...
Tras esta tarde agradable por las ruinas de Ayutthaya (que sin ser nada del otro mundo sí que merecen una pequeña visita si tenéis tiempo), cogimos el billete en el bus local para ir hacia Sukhotai, la primera capital de Tailandia. Este reino duró poco más de cien años, pero como fueron quienes se escindieron del reino de Angkor y gobernaron por primera vez el territorio de la actual Tailandia, tiene mucho peso en la historia de este país.

Si preguntas a la gente si le gusta más Ayutthaya o Sukhotai, la mayoría responderá que Sukhotai, y estamos completamente de acuerdo. Fuera aparte que la misma ciudad de Sukhotai es bastante más agradable y tranquila que la de Ayutthaya.

La antigua Ciudad de Sukhotai queda a unos cuantos kilómetros de "Nueva Sukhotai", por lo que al día siguiente cogimos un swangthew (cómo nos gustan) y nos fuimos para allí. Esta vez sí que decidimos alquilar una bicicleta para ver las ruinas, ya que hay zonas que quedan bastante alejadas y hacerlas andando es un poco locura. Así que, haciendo bien de ruido en cada pedalada, ya que la cadena no había sido engrasada en años (¿la habrían engrasado alguna vez?), visitamos esta primera capital del reino. Nos centramos mayormente en la zona centro y la zona norte, que son las que tienen los templos más apetecibles.
 Wat Mahathat (zona centro)
Wat Si Sawai (zona centro)

A eso de las tres de la tarde devolvimos las bicis, comimos unos noodles rápidos y cogimos otro swangthew de vuelta hacia "Nueva Sukhotai". Una buena ducha, descansar un poco, y a salir a la calle a por una Chang bien fría, la mejor forma de acabar el día. Parece un slogan cutre...

En el swangthew de vuelta de las ruinas, como paraba un momento en la estación de autobuses, le dijimos que nos esperara dos minutos (o algo así, el thai no es nuestro fuerte) y cogimos los billetes para nuestro próximo destino, Chiang Mai. Pero esto, como siempre amigos, será una nueva historia...
Wat Si Chum (zona norte)

DATOS PRÁCTICOS:
AYUTTHAYA
- ¿CÓMO LLEGAR DESDE BANGKOK?: Hay que dirigirse al Monumento a la Victoria (hay una estación de BTS bastante cerca), y allí preguntar junto a las escaleras del puente, desde dónde salen las furgonetas. El trayecto cuesta 40 o 60 bahts, depende de la gente que haya y las ganas de regatear del conductor. No hay sitio para las mochilas, por lo que las tendréis que llevar en vuestros pies, o pagar un asiento más, que evidentemente nosotros declinamos.
- ¿DÓNDE DORMIR?: Lucky Guesthouse, en Th Naresuan Soi 2. Habitación nueva y limpia, 500 bahts con aire acondicionado y wifi. Con ventilador y en habitación más modesta, 350 bahts.

SUKHOTAI
- ¿CÓMO LLEGAR DESDE AYUTTHAYA?: Hay un punto de venta de billetes en Th Naresuan, de camino a las ruinas. Hay opción de primera y segunda clase, nosotros cogimos el de segunda clase: 266 bahts, unas 6-7 horas. Para llegar a la estación tenéis que ir en tuk-tuk, 100 bahts.
- ¿DÓNDE DORMIR? TR Guesthouse: 450 bahts con aire acondicionado y wifi, habitación limpia y buena cama.