viernes, 22 de agosto de 2014

EL CAÑÓN DEL COLCA POR NUESTRA CUENTA. EJEM, EJEM...

Llegamos a la ciudad de Arequipa con la ilusión de visitar el gran cañón del Colca, uno de los más profundos del mundo. Aunque son cientos los tours que se ofertan, que te llevan y te traen, y te explican y te ponen la cabeza como un bombo... nosotros teníamos claro que queríamos hacerlo por nuestra cuenta, así que compramos un billete de autobús a Cabanaconde y a vivir la aventura.

Tras cinco horas en bus local, llegamos al pequeño pueblo de Cabanaconde, donde nos sorprendió gratamente la vestimenta de las mujeres, con faldas de colores, preciosos chalecos con bordados y originales sombreros. Por lo demás, no había mucho más que hacer. Dimos vueltas por las callejuelas del pueblito rural, y aprovechamos para darnos un paseo hasta el mirador Achachihua, desde donde pudimos apreciar el oasis de Sangalle y el vuelo de un cóndor solitario.
Con intención de ahorrar, nos alojamos en un cuchitril sucio y roñoso, que incluso nos ofreció telenovela en vivo de forma gratuita. Dos trabajadoras del hostal tuvieron una tangana de aupa el Erandio, gritándose la una a la otra "perra" a unos decibelios que ni los Rolling en concierto. Pero costaba 20 soles, así que tocaba aguantar...

Al día siguiente, dejamos en consignia nuestros mochilones en el hostal del terror, y metimos en la mochila pequeña el bañador, ropa de recambio, unas chanclas y litros de agua. Cogimos un bus bien temprano por la mañana, a eso de las 6.45h, y nos apeamos en La Cruz del Condor para poder disfrutar del espectáculo que ofrecen estas aves en peligro de extinción. Tuvimos la suerte de ver a un macho y una hembra volar uno sobre la otra, que es su forma de cortejo. ¿Sabíais que cuando la hembra deja de querer al macho, éste vuela lo más alto posible y se tira en picado hasta hacerse tripas con el suelo? Dicen los locales que cuando ésto sucede, trae mal fario.
Vimos a los condores de bien cerquita y, como según pasaba el tiempo aquello iba pareciendo Fátima, escapamos de la marea humana para comenzar el descenso por el cañón del Colca. Las vistas durante el paseo eran sensacionales, aunque yo lo pasé un poco mal por el vértigo en algunos tramos. Pero sin duda mereció la pena.
Finalizado el descenso, continuamos montaña arriba hasta San Juan de Chuccho, donde dimos con Casa Roy, el modesto hostal de Domitila y su familia. A pesar de tener fuerzas para seguir hasta el Oasis de Sangalle, algo nos dijo que debíamos quedarnos a dormir allí, en aquel lugar al que no llegaba la luz. Sin electricidad, nos tocó darnos una ducha fría y, una vez aseados, pudimos disfrutar de una tarde de siesta y lectura. A ratos, dejábamos nuestros libros a un lado para saludar al corta césped con patas que veíamos desde la ventana de nuestro cuarto. Para quien se pregunte si las alpacas, al igual que las llamas, escupen, aquí os dejo un vídeo de Canelón jugando con fuego.
Ya de noche, cogimos el frontal para ir a cenar, pero no sin antes sentarnos a contemplar las estrellas, que hacían de farolas en la más pura oscuridad. Canelón sacó su armónica y comenzó a tocar una música llena de sentimiento, y fue uno de esos momentos mágicos que, no sé por qué, sólo pasan durante los viajes.

A la mañana siguiente amanecimos bien descansados y con un solazo increíble. Domitila nos esperaba con huevos revueltos, café y unas deliciosas tortitas. Con la panza llena, estabamos listos para partir hacia el Oasis de Sangalle, donde nos esperaba una piscina en la que chapotear. Pero no siempre es todo como se planea...

Siguiendo las instrucciones del mapa, llegamos hasta Cosñirhua con facilidad, y de allí a Malata, donde comenzaron nuestros problemas...
Tras una subida maja, sólo nos quedaban 90 minutos de bajada para llegar al Oasis, pero la carretera que debíamos coger estaba cortada. Había caído tierra de la montaña y el camino había desaparecido por completo durante un tramo. Era imposible pasar sin jugarse una buena galleta por el precipio, así que dimos media vuelta y preguntamos a varios locales por un camino alternativo, pero nada. Todos nos mandaban al mismo punto, por lo que no nos quedó otra que cambiar de planes y caminar montaña arriba por la carretera de pista que conducía a Cabanaconde. Como eran muchos kilómetros, apretamos el ritmo bajo un sol de justicia.

Llevábamos unas cinco horas pateando y allí no pasaban coches, ni personas, ni animales. La sensación era como la de caminar por el desierto, nunca veías el final. Se nos cortaron los labios y, a pesar de beber traguitos de agua cada poco tiempo, teníamos la boca seca y el ánimo tocado.

Justo cuando me veía morir en una carretera de pista peruana, con toda la ropa llena de polvo y los labios cuarteados, llegamos al río. Ya quedaba menos. Una cuadrilla de franceses que bajaba de la montaña nos dijo que aún nos faltaban unas cuatro horas de subida hasta llegar a Cabanaconde. Además de que me pesaba el trasero, teníamos un problema con la hora, pues en Perú anochece a las seis, y eran las 15.00h... Otra vez me vi morir de hipotermia bajo la noche peruana, y pensé en cómo demonios le explicaría eso a mi padre, que como la palme durante este viaje no me lo perdona. Por suerte teníamos los frontales y no quedaba otra, así que nos dispusimos a ascender el monte cuando, de pronto, escuchamos un precioso sonido a lo lejos: el motor de un coche. Un camión de carga blanco con dos pasajeros se acercaba hacia nosotros y una cosa tuve clara: fuera como fuese, me iba a subir en él.

Montados en el asiento delantero como sardinillas, respiramos tranquilos. Julián y Evaristo nos asaron a preguntas sobre España, los toros, y las marcas de coches que tenemos en Europa. Íbamos charlando a gusto cuando el motor del camión se paró al ver la carretera llena de pedruscos. Al parecer, a la mañana el camino estaba limpio, por lo que el fuerte viento debió deslizar las rocas durante el mediodía (esto explicaría lo de la carretera cortada por el desprendimiento de tierra). Canelón tuvo que bajar a quitar las piedras, a mí en cambio, me exoneraron de la tarea por ser una dama. Aunque insistí en ayudar, no me dejaron, así que me quedé sentadita en mi asiento escuchando una conversación muy poco tranquilizadora. Según Julián, que se agachó para mirar montaña arriba desde la ventana, dos rocas inmensas estaban a punto de caer, lo que suponía un peligro para nosotros, que estábamos justo debajo. Más nos valía salir pitando. Asomé la cabeza para gritar a Canelón que se apresurara, cosa que hizo, y nos marchamos de allí sin mucha prisa.

Por fin en Cabanaconde (tardamos una hora y media en camión), me entraron las ganas de aplaudir, saltar y echar cohetes.

Julián nos llevó a almorzar a su restaurante, así que tocaba bajarse de la camioneta para comer, que había hambre... Desde mi asiento, observé que Canelón andaba como Robocop, y sólo cuando me tocó bajar a mí comprendí el por qué. Me dolían los pies, las piernas, el pompis, los brazos, la espalda y hasta las uñas. También el cuello comenzó a picarme, pues me quemé con el sol. Lo que me faltaba, parecer un "redneck"... Tomamos un calentito mate de coca que nos asentó el estómago, y devoramos chuletillas de chancho con arroz, patatas y ensalada. ¿Creéis que sobró algo? Efectivamente, los huesos quedaron tan limpios que no los quería ni el perro.

Rescatamos nuestras mochilas del hotel mugriento y nos fuimos a otro donde pegarnos una buena ducha caliente. Ese día dormimos 12 horas bajo un edredón de plumas. Al día siguiente, partimos hacia la preciosa ciudad sísmica de Arequipa para disfrutar de su arquitectura colonial y típica gastronomía, incluída la leche helada, que sabía a leche merengada. Nos hubiera gustado contar la historia de otra manera, pero así es como sucedió, y así se la contamos. ¡Hasta la próxima!


Próxima parada: Cusco
¡Os lo contamos en breve!

DATOS PRÁCTICOS:

- ¿Cómo llegar a Cabanaconde?: en Arequipa está la estación terrestre y el terrapuerto (están la una al lado de la otra). Nosotros viajamos con la compañía REYNA por 16 soles. Compramos el billete en el terrapuerto pero el bus salió de la terminal terrestre.

- TICKET PARA EL COLCA: Es necesario comprar un ticket de turista para entrar al Colca. Cuesta 70 soles para extranjeros y 40 para latinos (Canelón dijo que éramos chilenos y pagamos sólo 40...). Es obligatorio comprarlo porque te lo piden en varios puntos. Tiene una validez de 10 días.

- MIRADOR CRUZ DEL CONDOR: para llegar al mirador, podéis coger un bus bien temprano en Cabanaconde. Os recomendamos coger el primero pues, según van pasando las horas, mareas de autobuses llegan sin cesar a este lugar que acaba por perder la magia, con tanto humanoide. Para salir del mirador, cogimos el bus de las 9.30 de la compañía Milagros dirección Cabanaconde. Nos apeamos un poco antes, en San Miguel (decid al chofer que os avise), que es donde comienza el camino para descencer el Cañón.

-TRANSPORTE CABANACONDE: Los boletos de bus para salir de Cabanaconde se compran en las tiendas de alimentación de la plaza central. Son tres las compañías que operan: Andalucía, Milagros y Reyna.

-ITINERARIO O TREKKING HABITUAL COLCA:

1. Salir de Cabanaconde temprano para visitar el mirador Cuz del cóndor.

2. Desde el mirador, coger un bus a San Miguel para comenzar el descenso al cañón.

3. Caminar hasta San Juan de Chuccho. Podeis almorzar aquí y continuar hasta el Oasis de Sangalle, o quedaros a dormir.

4. Caminata hasta Cosñirhua. Seguir por el sendero que está junto al cartel de madera.

5. Llegar a Malata y 90 minutos de descenso hasta Sangalle.

6. Dormir en Sangalle y salir temprano a la mañana siguiente para andar 3 horas en puro vertical hasta llegar a Cabanaconde.

7. Coger un bus a Chivay para disfrutar de sus termas y descansar músculos.

- AREQUIPA: en la oficina de turismo organizan un tour diario gratuito por la ciudad, en inglés y español. Nosotros preferimos perdernos por la ciudad e investigar por nosotros mismos, pero dejamos el dato para quien interese.

- GASTRONOMÍA AREQUIPA: es típico el rocoto relleno (pimiento picante relleno con carne picada y más cosas), el pastel de papa, el chicharrón de chancho, la leche helada... Un buen restaurante donde comer estos platos típicos es La nueva Palomino (ojo que hay otro que es Palomino a secas). Os lo recomendamos porque después de comer podéis dar un bonito paseo hasta el centro.











6 comentarios:

  1. Si el padre de Canela no le perdonaría, el gran Canelón le cortaría el miembro viril a Canelón !

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    1. Jajaja! Tú lo que quieres es que no te demos nietos!!! ;)

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  2. Me canso solo de leeros!!! Qué manera de andar!!! Seguir divirtiendoos!!! Por cierto, tenéis previsto subir por Canadá? Lo digo por que ya que estáis en el mismo continente..... Besos

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    1. Hola Peporrez! De aquí vamos bajando (Bolivia, Argentina, Chile) y luego cruzamos a Nueva Zelanda! Canadá lo conozco un poco y es precioso, pero esta vez tendrá que esperar... Un beso canelero!

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  3. Queridos Canela y Canelón soy Vicky les deseo una maravillosa aventura, ya les estaremos siguiendo y recuerden q en Colombia tienen su casa en cualquier momento q lo deseen un abrazo inmenso

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    1. Muchísimas gracias Vicky!!! Muchos viajeros con los que nos hemos cruzado nos han hablado muy bien de Colombia, está en nuestra lista de próximos destinos! Y si encima tenemos anfitriones como ustedes, encantados de la vida! Un beso muy grande, Canela&Canelón

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MIL GRACIAS POR COMENTAR!!! Intentaremos responderte, aunque no sabemos cuando...