viernes, 20 de marzo de 2015

ATERRIZAJE FORZOSO EN TOKYO...

Íbamos en el avión con un nervio especial. A pesar de que cada vez me da más miedo volar y en cada turbulencia me agarro tan fuerte al apoyabrazos que cualquier día me lo cargo, en esta ocasión las ganas de llegar a Japón eran tan fuertes, que no existía cabida para el miedo.

Estábamos especialmente ilusionados porque esta vez se trataba de algo más que un viaje. Teníamos la oportunidad de vivir durante unos meses en el país del sol naciente, lo que apuntaba a nuevas aventuras difíciles de olvidar.

Además de conocer de cerca la cultura nipona, tras casi nueve meses de nómadas, nos apetecía parar en un sitio, sacar las cosas de la mochila y trabajar. Sí, yo también pensé que nunca iba a decir ésto, pero así están las cosas. Como mi ingenuidad no tiene límites, imaginé que los de la guesthouse serían unos japonesitos encantadores, que nos harían trabajar duro unas cuantas horas, pero que también nos darían a probar gyozas a la hora del hamaiketako.
Deliciosas gyozas...

En fin, todo esto para deciros que las cosas nunca salen como una piensa. Me acordé mucho del cuento de "La Lechera" que me contaba mi madre cuando yo era un moco, y ahora pienso que los cuentos clásicos deberían de contártelos cuando eres mayor, que es cuando los entiendes. Esta es la historia de nuestro aterrizaje forzoso en Tokyo, abróchense los cinturones...

Tras un vuelo en el que nos quisieron vender de todo y no pudimos dormir mucho entre tanto anuncio y una escala de una hora en Taiwan, al fin llegamos a Tokyo, la ciudad que reúne tradición y modernidad, caos y calma, orden y desorden, todo al mismo tiempo. Neón, mucho neón adornando las calles transitadas de gente que va a lo suyo, sin importarle demasiado que el de al lado lleve el pelo verde, una ligas en plan Lolita o una sombra de ojos roja para parecer vampiro.

Con los ojos como platos y un mapa del tren con gráfica japonesa (menos mal que le dimos la vuelta), compramos un billete en el JR para llegar hasta el que iba a ser nuestro barrio por dos meses, Nippori, una zona muy tranquila que poco tiene que ver con lo descrito anteriormente. Aquí la gente se pasea en bicicleta, las tiendas sacan sus escaparates a la calle, y no hace falta hacer cola para comprar el pan.

Lo primero que hicimos fue comernos un ramen, una de esas sopas típicas del Japón, que están buenísimas. Y cómo mola comerlas con palillos en la barra. Con el estómago caliente, volvimos a colgarnos la mochila al hombro para dar con nuestra guesthouse, que ya nos moríamos de ganas por conocer el sitio donde íbamos a trabajar dos meses.

Una señora muy poco simpática, que curiosamente se llamaba Felicity (ejem...), nos abrió la puerta y, en ese mismo instante, supe que todo iba a salir fatal. Mientras ella nos contaba mil milongas, yo visualizaba todos los cántaros de leche desparramados por el suelo... Y entonces lo dijo, dijo que ya no necesitaba a nadie más para trabajar allí, que tenía gente suficiente. A cuadros me quedé..

Hace nueve meses, nos hubiéramos enfadado y hubiéramos llorado al mundo lo injusta que es la vida a veces, pero a estas alturas del viaje, sabemos encajar los contratiempos divinamente, y somos unos hachas en improvisar. Que le den a Felicity y pasamos al plan B. Quedamos con ella en que nos daba tres noches gratis por las molestias, y comenzamos a buscar soluciones.

Nos tiramos al móvil como locos y empezamos a teclear para enviar emails a diestro y siniestro: workaway, couchsurfing, woofing... También buscamos albergues baratos, contactamos con amigos de amigas que viven en Tokyo, removimos Roma con Santiago y, sin ni siquiera mirar un triste watsapp, salimos a conocer Tokyo, que para eso estamos aquí...

Tokyo nos encanta. Esta ciudad nos gusta tanto que nos olvidamos de Felicity en el minuto uno. Y en un sólo día aprendí otra cosa (porque este viaje va de aprender), que no importa aterrizar de culo, pues lo importante no es como empieza todo, sino como termina...
CONTINUARÁ...

4 comentarios:

  1. No nos dejéis con las ganas por mucho tiempo...jejeje
    Tenéis una cara de felicidad! : )
    Seguro que el chico de la foto tiene algo que ver...
    Musus.
    Maitane

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  2. Animo, que seguro que la experiencia (sea la que sea) será de gran interés. Aquí os seguimos expectantes

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