miércoles, 2 de julio de 2014

PARA QUE LUEGO DIGAN QUE LOS SUDAMERICANOS SON VAGOS...

Hoy hemos amanecido en Montañita, un pueblo costero lleno de guiris rubios que viajan a este paraíso a surfear. Nada más llegar, te cruzas con habla inglesa, muchos tatuajes, dilataciones en las orejas, pies descalzos, rastas estudiadas.... mucha juventud pseudo alternativa viene a Montañita en busca de olas, fiesta y rock & roll... De hecho, se lía tal jarana que antes de entrar al pueblo, la polícia revisa cada autobús que entra, cacheando a los turistas concienzudamente, sobre todo si tienes pinta de esconder alguna droga...

A nosotros, todo esto nos pilla ya un poco mayores, así que hemos cogido un hostal justo en la otra punta de todo este meollo discotequetero, donde habita la paz (aunque de diciembre a marzo esto debe ser como Sodoma y Gomorra). Tras contrastrar precios y calidades, por fin estamos ya alojados en el SoleMare, un hostal modesto pero que nos brinda la oportunidad de estar a pie de playa por un precio módico.

El desayuno estaba incluído en los 30 dólares diarios, así que hemos empezado el día con café y huevos revueltos. Chanclas, bañador, crema, toalla al hombro y tras andar unos escasos 5 pasos, ya estábamos como lagartos en la arena. Es entonces cuando un vendedor de hamacas se ha acercado a enseñarnos sus productos, y una cosa nos ha llevado a la otra... Charlando con Gregorio, nos ha contado que trabajó en la mar durante 22 años, perdiendo por el camino a varios amigos y sufriendo en sus propias carnes un naufragio del que salió ileso pero tocado. Ahora, a sus 55 años de edad, el agua le da miedo, por lo que se dedica a recorrer la playa de punta a punta, una y otra vez, bajo un sol de justicia y con la pesada carga de sus hamacas sobre el hombro. Se acerca a los turistas con una sonrisa para recibir, mayormente, un no como respuesta. El fin de semana, vende en otra playa que está a tres horas de su casa en autobús, nos dice que allí hay más gente y, por lo tanto, más posibilidades de venta.
Gregorio, como es típico en Montañita, vive en comuna, y tiene el compromiso firme de ayudar siempre a su comunidad. Si algún miembro se enferma, entre todos, hacen una colecta para ayudarlo con los trámites económicos del hospital. Si alguno fallece, también colaboran para asegurarle un buen funeral. Lo mismo con las fiestas del pueblo, donde cada uno aporta algo para lograr un buen festejo que les alegre los días...

Ya no les molesto más,  nos ha dicho... Por mí se puede quedar unas horas con nosotros, es tan interesante todo lo que cuenta... pero el deber le llama y tiene que vender alguna hamaca más para rentabilizar el día. Hasta otra Gregorio, ya nos veremos.

Después, lo hemos visto otras dos veces en la playa, en direcciones contrarias, y aún le quedaba algún viaje más antes de marchar para casa. Para que luego haya quien diga que los sudamericanos son vagos...


DATOS PRÁCTICOS:
- ¿Cómo llegar a Montañita?: Bus desde Guayaquil, 5.50 dólares. Duración del trayecto: unas 3 horas.
- Alojamiento: si no tienes pensando salir de fiesta te recomendamos coger un hostal lejoa del centro, donde no se puede ni dormir del ruido. El SoleMare está a pie de playa e incluye desayuno. 30 dólares.
- Para cenar: Pizzería Marea, en el centro. Muy buenas pizzas y bonito local.


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