martes, 29 de septiembre de 2015

ANIVERSARIO EN EL PAIS VASCO-FRANCES...

A veces una se queda en blanco y no sabe cómo celebrar su segundo aniversario de casada. Evoca, sin quererlo, los nervios previos al gran día, la sensación de ver los dos nombres en el libro de familia, o el vuelco que da el corazón al verlo a él, que se ha puesto hasta pajarita para la ocasión... Y entonces una, que ha visto más películas Disney de las que debiera, intenta buscar un plan que esté a la altura de celebrar tanta felicidad, pero las ideas se enredan como un ovillo de lana, y al final acabas hecha un lío y sin el plan perfecto. Quizá porque no exista, porque en realidad, puede que baste con una botella de vino, risas en retales, y un abrazo que dure más de tres minutos...

Pero de pronto aparece él, tu marido, con esa sonrisita que delata que esconde un secreto que se muere por contar, aunque prefiera ahogarse con un hueso de pollo antes que soltar prenda. Sólo quiere que tú sepas que tiene algo entre manos, no te vayas a adelantar, o hacer planes con amigas. Y yo, como soy muy lista, lo capto al vuelo y admito que tengo la agenda libre, así que "amore, llévame dónde tú quieras, hasta la luna y vuelta. Prometo no sonsacarte"...

Ains, ¡qué fácil decírlo! Al de un minuto la curiosidad empezó a subirme por la pierna para hacerme cosquillas en la garganta y, finalmente, acabé por sonsacar sin mucha sutileza. Me pasé cuatro días enteros intentando tirarle de la lengua, preguntando (en el fondo sin querer saber la respuesta) qué demonios meter en la maleta: ¿playeras?, ¿pasaporte?, ¿bañador?. Pero ni mú. Sólo una risita maliciosa de respuesta.

Por fin me dijo que nos íbamos a Amoroto, y yo me imaginé París. Al instante, fui consciente de que, ahora mismo, en nuestra pequeña familia sobran sueños y falta parné. Descarté Lisboa, Roma, Amsterdam, y sí, también las vistas desde la torre Eiffel. ¿Quizá un camping en Asturias? ¿Una noche romántica en San Sebastián? ¿Una cenita made in home con velitas y demás? ¿Un spa?... Con este marido cualquiera sabe pero, sea donde sea, que me pille depilada.

Entre ponte bien y estáte quieto, llegó el día de ponerse en marcha, pero él chitón. A pesar de ir con los ojos bien abiertos en el coche, la sensación era la misma que cuando te los tapan. Yo intuía que aquello olía a oh la la, porque él sabe que siempre ando buscando una excusa para volver a Francia. Efectivamente, empezamos a ver señales en francés por la carretera. Me dije, ¡lo tengo! Vamos a Baiona, que me encanta... Frío... ¿Unas ostras en Biarritz?... Frío... ¿San Juan de Luz?... Frío... Y por fin aparcamos en Hendaye.

Caminamos hasta el mercado de Sokobouru, pero nunca imaginé que era para hacer la compra. Nos hicimos con un montón de cosas ricas y exquisitos ingredientes necesarios para una buena cena de aniversario, incluido un vinito franchute, de ésos que entran como el agua y te hacen acabar tarareando la vie en rose... Dado que cocinar juntos es uno de nuestros pasatiempos favoritos, no pudo parecerme un plan más genial.

Cargados cual burros, guardamos las compras en el maletero y nos dimos un buen paseo por la playa de Hendaya, mientras charlábamos sobre lo cerca que está Francia de nuestra frontera, y lo diferente que es. Que somos. Que se respira...

Cuando volvimos al coche, pensé que nos dirigíamos al hotel, pero aquello parecía la mañana de Reyes... Acabé en otro pueblo visitando Villa Arnagala casa-museo de Edmond Rostand, el escritor neorromántico que bailó con su tintero para escribir Cyrano de Bergerac. Paseando por sus jardines, imaginé cómo debía de ser la vida en mil ochocientos y pico, cuando la gloria se te presenta entre las bambalinas de un teatro y acabas haciéndote con toda una fortuna.

Cada plan que proponía el amore me dejaba más embelesada que el anterior. La verdad, nunca me hubiera esperado un día tan intenso. Tras la visita al museo, terminé de fiesta en el capó del coche, comiendo un bocata de fuet de pato en Ezpeleta (o Espelette), un pueblo muy pintoresco entre septiembre y octubre, que es cuando sus famosos pimientos cuelgan de las fachadas de las casas rojiblancas, alegrando el pueblo al igual que las guirnaldas animan las fiestas.
¡Esto es una buena piperrada, y lo demás es cuento!

De allí nos dirigimos a Ainhoa, un pueblito con mucho encanto, y uno de los más bonitos de Francia, según dicen. Canelón había reservado un apartamento con cocina donde, entre los dos, preparamos una suculenta cena de aniversario con todo lo que compramos en el mercado de Hendaia. Por supuesto no faltaron las ostras, ni un buen confit de pato para chuparse los dedos, ¡magnifique!

Despertarse en Ainhoa y desayunar en la terraza, mientras observabas la calma de los pastos, fue empezar el día con una dosis extra de felicidad. Parece mentira que en algunos rincones del mundo, aún perviva esa tranquilidad que recuerda a Heidi saltando ladera arriba...

La siguiente parada fue Sare, donde teníamos intención de comer, pero otras tropecientas personas pensaron lo mismo, por lo que hubo que hacer cambio de planes y tirar para Zugarramurdi, allá donde se esconden las brujas... Acabamos comiendo un plato del día en la muga y, después de comer, nada de siesta, tocaba visitar las famosas cuevas. (Mi sobrina dice que son mucho más bonitas las de Urdax, y como la sinceridad de una niña no se puede discutir, incluyo el dato. ¡Muchas gracias Danele!)

Tras la visita, aún quedaba tarde por delante así que, aprovechando que con la entrada a las cuevas te aplicaban un euro de descuento en la entrada al Museo de las Brujas, nos animamos a visitarlo. Y qué mejor manera de terminar el post que dejaros con este fragmento que leí en el propio museo: "hace ya unos 400 años, al principio del S. XVII, sucedieron en Zugarramurdi y en otros muchos pueblos de estos valles, unos acontecimientos tristes, injustos y estremecedores. Estos sucesos truncaron la infancia de niñas y niños, demasiado pequeños para poder distinguir la realidad de los sueños. Arruinaron injustamente la vida a ancianas, a desvalidas mujeres, a algunos hombres, y transformaron a gentes buenas en desconfiados vecinos. Tal vez la mejor manera de rendirles homenaje sea relatar su historia"... Ya saben, si no se fían del vecino, guarden sus escobas...

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2 comentarios:

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