sábado, 21 de febrero de 2015

QUÉ NO HACER EN LUANG PRABANG...

Últimamente se ha puesto de moda decir, con cierto desprecio, que Luang Prabang es una ciudad hecha para el turismo. Normalmente se lo escucho decir a los jovenes veinteañeros, que sin duda se encuentran en esa etapa de la vida por la que todos pasamos: la de creer que lo sabes todo sin tener ni puñetera idea de nada.

Hace poco entendí el por qué, y es que navegando por la red topé por casualidad con un blog inglés, en el que una joven "Katie la aventura" cuenta sus peripecias. Se ve que a Katie se le pusieron los pelos como escarpias al pisar Luang Prabang, pues no le pareció tan auténtica como Vang Vieng, donde se tiró dos semanas... Para quien no conozca ni Vang Vieng ni Luang Prabang, diré que la comparativa es algo así como querer meter en el mismo saco a Ibiza y París.
(En Vang Vieng hicimos un bonito trekking hasta la laguna...)

Desde luego, tanto Vang Vieng como Luang Prabang son turísticas (y mucho), la diferencia está en que la primera es famosa por sus fiestas, y la segunda por sus templos. Así qué para gustos...

Luang Prabang es turística, sí, como lo son todas las ciudades maravillosas, ¿o acaso no hay mucho turista en Roma? Mucho antes de que los restaurantes, los grupos organizados y bares de vinos llegaran (a los que nadie te obliga a entrar), los monjes y los templos ya estaban por aquí. Pasear y perderte, ir de templo a templo y quitarte los zapatos para saludar a Buda, es algo que debes hacer para conocer esta ciudad.

Lo que no debes hacer, jamás de los jamases, es creerte laosiano y madrugar para dar de comer a los monjes, mientras sonríes a cámara. La ceremonia de limosna es una tradición budista que se celebra a diario, al amanecer, y hay que mostrar gran respeto hacia ella. En el Sai Bat, mientras los monjes caminan en fila india, descalzos y con una tartera metálica, sus vecinos los esperan de rodillas en la acera, con grandes cestos de arroz. Cada vecino da un puñadito de sticky rice a cada monje (que será su comida del día) para alimentar así a las almas de sus muertos.

Tuve la suerte de ver este ritual hace cuatro años, cuando había por aquí mucho menos guiri casposo. Por desgracia, hoy día se ha convertido en un acontecimiento dantesco. Los guirnaldas compran arroz, dulces y galletas, se plantan en el suelo y, creyéndose Teresa de Calcuta, introducen su compra en las tarteras de los monjes, quienes hace unos años negaban cualquier tipo de comida ofrecida por extranjeros. Ahora en cambio, la aceptan y, ¿sabes lo que hacen con ella? Nada más salir de la calle de los guiris, giran donde los esperan unos niños con cajas de cartón y dan volquete a sus tarteras sin mucho disimulo. Probablemente, los niños vuelvan a revender las galletas a los caritativos turistas...

Aquello parecía un circo. Los grupos de guiris se metían en la fila de los monjes para retratarlos a medio palmo de distancia, haciéndolos incluso parar, retroceder o salirse de la fila. Y les daba igual, ellos sólo querían conseguir "la foto". Me recordó a la persecución que vivieron Dodi Al- Fayed y Diana de Gales en aquel fatídico tunel. No, no exagero. De verdad que me dejó impactada la mala educación de muchos turistas, y no me quiero ni imaginar la que se organizaría si un grupo de laosianos se pone a sacar fotos con flash en mitad de una misa, se sientan junto a los monaguillos, comulgan la ostia...

Cuando te aburras de encontrar un templo en cada esquina, puedes subir todas las escaleras que te llevan hasta la colina Phou Si y disfrutar de sus vistas, visitar el Museo Nacional (antiguo Palacio Real), o conocer sus mercados, como el Phosi Market para nosotros el más auténtico de todos.

También puedes cruzar puentes de bambú que te llevan a zonas más tranquilas, echarte un rato sobre la arena, montar en barco, hacer un curso de cocina laosiana, o coger tu bañador para visitar las cascadas Kwang Si (a unos 30km) en donde pegarte un buen baño refrescante. Olvídate de los guiris y busca tu rincón, porque Luang Prabang ofrece muchas opciones distintas, sólo hay que saber escoger las adecuadas.
 


2 comentarios:

  1. Interesante. Lo de pretender ser del lugar y acabar haciendo el ridículo ya lo he vivido en más de una ocasión, pero no está de más recordarlo.

    Seguimos volando ...

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    1. Así es Germán! Allá donde fueres, no hagas siempre lo que vieres... ;-) Un abrazo!!!

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