jueves, 11 de diciembre de 2014

SEGUIMOS NI FÚ NI FÁ EN LA ISLA SUR...

Por el momento la isla sur no nos estaba pareciendo más bonita que la norte, de hecho las encontrábamos bastante parecidas, y casi incluso nos decantábamos un poco más por la amiga fea, pero ya nos tocaba llegar a Fiorland...

Cómo deciros, creíamos que Milford Sound iba a ser ese imprescindible que te deja con la boca abierta, como las Niagara Falls, el Perito Moreno o el Coliseo Romano, salvando las distancias, claro está... Cogimos uno de los "cruceros" más accesibles para nuestro bolsillo, pero tampoco el más barato, que era mi cumpleaños y había que celebrarlo, así que pillamos uno que, por lo menos, te daba unas fish and chips.
El paseo en barco lo comenzamos ilusionados y abrigados hasta los dientes, porque eso que leí de que Nueva Zelanda tiene un clima templado todo el año resultó ser mentira... El tiempo, para variar, no acompañaba demasiado, y una neblina grisácea se apoderó de los cielos. No os voy a mentir, el crucerito nos dejó indiferentes, y es que, como dijo el señor de al lado: "para fiordos los de Noruega, eso sí que fue impresionante"...
De allí fuimos a Catlins que, por suerte, nos gustó mucho más. Visitamos el faro de Waipapa Point, donde una foca que parecía estar muerta nos dio un buen susto... Ahí la tenéis:
Después paramos en Curio Bay, una reserva de pinguinos en pleno bosque petrificado. Solo pudimos ver un pinguino de ojos amarillos a lo lejos, asi que no podemos contaros mucho a cerca del animal, pero al menos nos dimos un paseito...
También visitamos uno de los puntos imprescindibles de la zona, Nugget Point, donde pudimos ver focas a lo lejos pegándose un baño o tomando el sol. Tuvimos la suerte de ver a una muy cerquita por el camino, desparramada en la arena de una tranquila playa, quien fuera foca...
Como nos gustó la zona de Catlins, aparcamos a La Viejuna y disfrutamos unos días de paseos por bosques, playas, y comer al aire libre desde nuestra casa con vistas...
La siguiente parada era la ciudad de Dunedin, que no nos gustó demasiado, por lo que continuamos subiendo mapa en mano hasta Akaroa, un pueblito con aire francés muy cerquita de Christchurch, otra cuidad que tampoco nos flipó (aunque la pobre estaba en obras, por el fuerte terremoto que sufrió en 2010).
De camino a Akaroa...

Se puede decir que las ciudades neozelandesas se parecen bastante las unas a las otras, son un poco yanquis pero sin ser genuinas, para nuestro gusto les falta personalidad y sello propio. Lo mismo pasa con los pueblos, que son todos iguales, excepto Arrowtown (cerca de Queenstown), donde pudimos disfrutar de una tarde de museo muy interesante.
Allí nos empapamos bien de los horrores bélicos de la I Guerra Mundial, en la que Nueva Zelanda luchó como parte de la colonia británica. Fue uno de los años más lluviosos de la historia, así que podéis imaginaros cómo estaban las trincheras... El barro les llegaba a los "soldados" (granjeros, niños de 18 años, curas...) hasta las rodillas, y muchos fallecían allí mismo, de puro cansancio. La humedad del barrizal además pasaba factura en sus pies, que acababan pudriéndose, era el temido "pie de trinchera", y tuvimos la suerte de ver fotografías reales de esta patología. Creedme que supera con creces a las fotos que os ponen a los fumetillas en los paquetes de tabaco...

Y con esto se acaba nuestro turné de un mes por Nueva Zelanda, os contaremos nuestras impresiones a cerca del país en el siguiente post. Ahora vamos a despedirnos de La Viejuna, que le hemos cogido cariño, pero ya es hora de decirle adiós... ¡Nos vamos a Fiji! ¡BULA!

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