domingo, 18 de enero de 2015

SIETE HORAS EN LA BULLICIOSA SINGAPUR

Tras dejar Bali con ese regusto amargo de no haber podido disfrutar de Indonesia por causas externas, emprendimos viaje hacia Tailandia. El billete de avión más barato incluía una escala de siete horas en Singapur, lo que en vez de ser una faena, para nosotros se convirtió en una gran oportunidad de echar un vistazo a esa gran desconocida.

La primera sensación que tienes al llegar al aeropuerto de esta gran ciudad, es la de ser Marty Mcfly y haber emprendido un viaje en el Delorean hacia el futuro. Todo estaba perfectamente organizado y tenía ese punto tecnológico que hace que cualquier cosa te parezca absurda o asombrosa, según cuales sean tus preferencias. Incluso cuando salías de orinar había una encuesta en una pantalla táctil con cuatro emoticonos, (carita exultante, alegre, triste o enfadada) para que relataras cómo había sido la experiencia. ¡Imposible resistirse a no colaborar!

Dentro de ese punto obsesivo en la organización, al pasar el control de seguridad de salida, te daban un numerito que correspondía con la bandeja en donde habías depositado tus pertenencias. Teniendo en cuenta que aquí el tráfico de drogas está penado con la muerte, me imagino que será para que no le encasquetes el alijo al que va detrás...

Seguidamente obtuvimos el visado sin mayores contratiempos, (aunque el policía de inmigración sólo se ganó la carita alegre en la encuesta ya que fue un tanto desagradable), y preguntamos cómo hacer para coger el metro e ir al centro. Sacamos cincuenta dólares de allí (unos 30 euros), que sería nuestro presupuesto para la visita exprés. Nos montamos en el "skytrain", que aparte de sonar como muy galáctico damos fé que lo era, y nos bajamos en la parada de Bugis.

Nada más salir a la ciudad y cruzar un semáforo, seguimos a la muchedumbre que se dirigía hacia unas galerías comerciales, donde vendían absolutamente de todo, desde frutas, granizados, hamburguesas chinas, cosas de decoración horteras, relojes falsos, zapatos falsos, bolsos falsos... El paraíso de cualquier amante de un buen mercadillo de baratijas. Y encima con carteles de neón que daban aún más colorido si cabe a la escena.
Tras pasar sin prácticamente consumir nada (no pude aguantarme y tuve que comprar un granizado), llegamos a una zona peatonal donde había más puestos vendiendo cosas, mayormente artículos en rebajas de los centros comerciales que había en los bajos de los edificios adyacentes. Compras y más compras, y nosotros con ganas de comer y sin dinero para comprar. Así que divisamos unos bajos donde parecía que había mucha gente local comiendo, preguntamos la especialidad y acabamos con un cuenco con sopa de cerdo y gambas, con sus fideos correspondientes. Ahí nos véis disfrutando como dos niños mientras algunos singapurenses nos miraban y se reían...
Como queríamos escapar de ese caos consumista, nos dirigimos hacia "Little India", un barrio infestado de indios, por supuesto. La primera diferencia con el Singapur que habíamos visto hasta entonces era que aquí había basura por el suelo, cuando no había ni una mísera colilla en el resto. La segunda, aparte de que todo el mundo era de origen hindú, fueron los aromas a curry y a especias que invadían el ambiente. Maldije no disponer de un segundo estómago que llenar con alguna de esas delicatessen. Las calles eran de edificios bajos y coloridos, con múltiples puestos de verdura, frutas, saris y artesanía. Fue como cambiar de ciudad y de país en un paseo de veinte minutos, como cuando cruzas de La Línea a Gibraltar, se lo recomiendo a cualquiera que vaya a Singapur. Total, que tras rechazar múltiples ofertas para comprar artesanías, cocos y piñas, nos sentamos en una terraza a disfrutar de una buena cerveza Tiger. Al lado, unos escolares jugando al juego de la piñata en medio de la calle.

Contentos de haber disfrutado de un pedacito de esta ciudad-estado, fuimos poco a poco hacia el aeropuerto, ya que Tailandia nos esperaba. Pero esto, como siempre, será otra historia...

DATOS PRÁCTICOS:
- El visado en Singapur es gratuito para pasaporte español.
- El billete de metro ida y vuelta hasta la estación de Bugis cuesta 4,50 dólares de Singapur.
- El cuenco de sopa con fideos, gambas y costilla de cerdo, 3 dólares.
- Cerveza en una terraza en "Little India", 7 dólares.
- Si sois fumadores, llevad tabaco ya que allí está a millón.

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