viernes, 2 de enero de 2015

LA FIJI DE LAS LUNAS DE MIEL, EL LOVO Y El TONI...

Nuestros días en Wayalailai iban llegando a su fin y, aunque realmente nos hubiera gustado prolongar nuestra estancia allí, ya teníamos pagado el barco para cambiar de isla, así que no quedó otra que recoger los bártulos y despedirnos de nuestra live in paradise....

La otra isla que escogimos, también en las Yasawas, fue Nacula, porque todo el mundo en la red la ponía por las nubes y le daban el título de ser una de las mejores para el buceo. La verdad que esto último fue cierto, y además la playa era chulísima.
Canelón, que sobrepasaba con creces los límites establecidos para el snorkel, pudo ver tortugas, pulpos, bancos de peces de todos los colores, peces globo y hasta un pez caja, sólamente con la careta y el tubo. El problema de Nacula es que todo quisqui va allí y el mar parecía la M-30. Y no hablemos de pillar una hamaca, o hacías como los viejos en Benidorm, que plantan la sombrilla a las 7 de la mañana, o nada, te tocaba abrasarte sobre la arena. Puro sufrimiento lo nuestro...
La verdad es que, aunque la playa era preciosa, en Nacula hay demasiado turista y está todo bastante occidentalizado. Vamos, que si no fuera porque las camareras son morenas, te puede parecer que estás en Menorca. Para nosotros es una pena que la WiFi, los productos sin gluten, los discos de música inglesa, los relojes, y la leche desnatada lleguen hasta aquí porque, aunque a las parejitas en luna de miel les mole mucho, así es como Fiji deja de ser Fiji...

Pero  Nacula nos tenía reservada una sorpresa, pues volvimos a encontrarnos con Toni, un valenciano del Athletic de Bilbao que conocimos en la rústica y auténtica Wayalailai. Pasamos cuatro días con dolor de panza de las risas que nos echamos... ¡Flipando todavía con que fuera fan de El Inquilino Comunista! Se ve que, a veces, el Universo te regala coincidencias la mar de sospechosas...
Con ganas de volver a la Fiji más casta, dejamos Nacula y regresamos a Nadi (que se pronuncia Nandi) y nos dimos una vuelta por el centro, para ver que se cocía por allí. Picamos algo baratito y, como no teníamos claro si visitar la Coral Coast o Pacific Harbour, echamos a suertes nuestro destino y nos fuimos con las mochilas a la estación de buses, donde tuvimos que pegarnos para pillar un autobús local, pues se nos colaba todo pichibirichi...
Por fin logramos entrar y hacernos con los dos únicos asientos libres del bus. Teníamos que bajarnos en la estación de policía de Cuvu y, como no teníamos ni pajolera idea de dónde quedaba eso, pedimos a todos los de alrededor que por favor nos avisaran de la parada. Nos dijeron que no nos preocupáramos pero, al de tres minutos, todos se quedaron dormidos y tuvimos que estar alerta.

El señor que dormía junto a mí (más bien sobre mí), despertó de pronto y me dijo que la siguiente parada era la nuestra. Efectivamente tenía razón y al bajarnos del bus pudimos ver, bajo las ramas de una palmera, el cartel que decía Cuvu con letras desgastadas. El único agente de policía de la zona nos ayudó a cambio de un cigarro y, con más parsimonia que yo en Sevilla con 30 grados, llamó a un taxi que nos llevó al hotel por 15 dólares fidjianos.

Después del turné ya estábamos por fin en la famosa Coral Coast, donde aprovechamos para hacer snorkel, dar paseos por la playa mirando conchas, ver atardecer, y celebrar la Nochebuena con un buen lovo.
El lovo es una forma que tienen los fidjianos de cocinar. Se trata de realizar un horno natural, primero cavando un agujero en la tierra para cubrirlo después con hojas de palmera. Al de una hora ya está todo listo, tanto el pescado, como la carne, como los tubérculos...
Tras dos días de paz, lovo y barbacoas playeras, volvimos a Nadi para coger nuestro avión, que ya era hora de abandonar el fiji-time...  Nos llevamos un alegrón enorme al volver a ver al fenómeno de Toni, que apareció en la playa como por arte de magia. Para celebrarlo, compartimos botellita de vino blanco, anécdotas y risas, tantas risas que fuimos los últimos en cerrar el bar. Al día siguiente salíamos hacia Bali y tocaba despedirse, así que llegaron los intercambios de dirección, los abrazos y las gafas de sol para esconder la lagrimilla... Ojalá encontremos por el mundo más gente como tú, Toni. Qué grande eres!!!
Y esto es todo desde Fiji, el siguiente capítulo se rodará en Indonesia... ¡Hasta la próxima!

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