Así es como Canelón Padre nos hizo un ofrecimiento que no pudimos rechazar y, dos entradas para ver la obra "Emilia" acabaron en nuestras manos, ¡nada más y nada menos que para el patio de butacas! Vaya nivelón...
Antes de que se apagaran las luces para dar comienzo a la obra, pudimos apreciar la escenografía, bastante simple de no ser por la cantidad de cachivaches que colgaban del techo... La idea de delimitar el espacio en un cuadrilátero hecho a base de mantas y muebles, hacía recordar a una casa, pero también a una cárcel y, teniendo en cuenta que la sinopsis hablaba de la necesidad humana de sentirse amado, y hacía especial hincapié en que el amor no necesariamente genera felicidad, una enseguida se olió que aquello acababa en drama...
Además del anuncio que el Teatro Arriaga hace siempre por megafonía para que apaguemos nuestros móviles, la compañía de Emilia también lo hizo, remarcando que, si alguien no sabía apagar su aparato, por favor pidiera ayuda al de al lado. También era ése el momento de comer caramelos y de toser. Aún así, sonaron los teléfonos en mitad de la obra, himno del Athletic incluido.... Siempre que pasa esto, paso tanta vergüenza como espectadora, que me dan ganas de levantarme y pedir perdón a los actores en nombre de toda esa gente tan poco considerada.
Comenzó pues la función, algo densa y difícil de seguir en un principio. La presentación de la obra se limitaba a una tediosa presentación de los personajes, con parlamentos en los que una desconectaba de puro aburrimiento. En más de una ocasión, me sorprendí a mí misma pensando en la lista de la compra, y tuve que hacer un pequeño esfuerzo por seguir la trama. Al parecer, Walter, casado y con un hijo, se topa de bruces por la calle con Emilia, su niñera de la infancia, y la invita a conocer su casa y familia.
Al principio, había algo que no terminaba de funcionar en toda esa primera parte. Yo he de confesar que, además de mirar el reloj más de lo normal, tenía la incómoda sensación de no estar entendiendo nada. Por suerte, el ovillo comenzó a desenredarse en el nudo y desenlace, y pude respirar de puro alivio al ver que por fin iba captando esto y lo otro...
La casa estaba llena de personajes "acomodados" en distintos roles. Nadie era quien parecía ser, y todos recordaban a alguien que conocemos en nuestras vidas. Las actitudes, palabras y gestos que se repartían los unos a los otros eran tan fáciles de verse por las calles, que incluso incomodaba ver la realidad tan de cerca. Era casi como si te dieran un plastazo en toda la cara.
Al finalizar la obra, sentí muchas cosas a la vez, pero en general me sentí satisfecha, pues me gustó haberla visto. Emilia es una de esas pocas obras de teatro que no se suma a la moda de hacer reír, una de esas obras minoritarias que te da que pensar, que te invoca a la reflexión, que no te lo da todo masticadito... Por tanto, es perfecta para ir a tomar algo con tu acompañante y charlar después sobre los puntos de vista diferentes.
Por eso, no voy a adentrarme en el argumento, pues pienso que lo mejor es que ustedes la vean y opinen por sí mismos. Nosotros, estaríamos encantados de intercambiar opiniones.
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Jajaja. Por el titular, he pensado que no te había gustado. Parece interesante ;-)
ResponderEliminarAbrazosssssss
Interesante es la palabra.... Aunque las señoras de delante la describieron como "muy dura de ver"... Un abrazo!
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