miércoles, 24 de septiembre de 2014

LAGUNAS, LLAMAS Y EL SALAR DE UYUNI...

El salar de Uyuni es, probablemente, el mayor atractivo turístico de toda Bolivia. Son muchos los viajeros que contratan un tour desde la feísima ciudad de Uyuni para conocer el salar más grande del mundo, pero a nosotros nos parecía empezar por el postre, por lo que decidimos hacerlo al revés.

Ir contracorriente tiene sus ventajas. En lugar de viajar seis personas en un jeep, si lo contratas desde Tupiza tienes la suerte de viajar sólo cuatro y poder estirar algo las piernas. Encuentras muchos menos guiris por el camino, lo que sin duda suma encanto al paisaje, y tienes el privilegio de viajar con una cocinera particular. Pero sobre todo, empiezas a entrar en calor con paisajes desérticos que recuerdan al cañón del Colorado y grandes rebaños de llamas. ¿Sabías que las llamas hacen grandes círculos con sus propias heces y lo utilizan de colchón para calentarse?

Todo comenzó en Tupiza. Nada más pisar este pequeño pueblo boliviano, fue empezar a quitarse ropa... Un clima cálido nos dio la bienvenida, y ya en tirantes nos acercamos a la oficina de Tupiza Tours para ultimar preparativos, pues la única manera de llegar a Uyuni es en auto. Con intención de compartir gastos, contratamos un tour de cuatro días con dos desconocidos que, por mucho que imaginamos como serían, nunca llegamos a pensar que fueran tan fantásticos como Catalina y Guillermo (no los de Inglaterra, sino dos salvadoreños de nacimiento asentados en Los Ángeles).

Dicen que la suerte no es suerte, sino una devolución de algo bueno que hiciste en el pasado, sea como sea, todas las energías positivas del mundo decidiron juntarse en ese 4x4 conducido por el gran Wilmar. Las largas horas en coche fueron amenas y divertidas, con pequeños parones para visitar grandes maravillas totalmente desconocidas por el mundo. Quizá en otros países Bolivia sea un destino turístico habitual,  pero yo jamás había escuchado hablar de la laguna verde, y fue verla y abrir la boca...

Tras casi 10 horas de coche, tocaba alojarse en un modesto albergue situado en mitad de la nada. Compartíamos habitación con Catalina y Guillermo, pero ya eran como amigos de toda la vida, por lo que no había reparos a la hora de ponerse el pijama (claro que, con esas temperaturas bajo cero, no hubo muchos destapes...).

Al día siguiente conocimos lo que era el bórax, un detergente natural bastante tóxico, que podía confundirse fácilmente con un salar, o un campo nevado. También visitamos el desierto de Dalí, nombrado así por recordar a una famosa pintura del chiripitiflaútico pintor catalán, aunque a mí me faltaron relojes, trozos de carne muerta y teléfonos langosta... Hicimos parada también en un pueblo fantasma con leyenda de miedo, y en los famosos géiseres, que ya pueden fardar de haber quemado el pinrel a más de un guiri osado.

Pasamos los días así, entre lagunas y flamencos, baños en termas en mitad de la nada, noches en hostales de sal... El tiempo volaba y nuestro objetivo estaba cada vez más cerca...

Y llegó el día de partir hacia el salar más grande del mundo. Madrugamos y para las 5.30 nuestros pies fueron los primeros en pisar la isla Incahuasi ese día. Desde lo alto, tuvimos el privilegio de estar solos, viendo amanecer sobre el salar de Uyuni, y el momento fue casi mágico. Hasta que empezaron a llegar hordas de turistas, claro, la mayoría civilizados, pero algunos muuuy gritones. Supimos que era el momento de retirarse.

Desayunamos al aire libre, con gorro, bufanda y guantes, y eso que no era invierno... Con la tripa llena, caminamos por el salar, nos tumbamos, lo tocamos... incluso nos animamos a probar cómo sabía. A Canelón le pareció una sal digna para un buen chuletón, semejante a la carísima Maldon.

Creo que todo el mundo que visita el salar tiene las mismas fotos, no vamos a ser originales en ésto... ahí va la típica instantánea del salto:

Claro que, también nos pasó algo terrorífico que no sé si contar, porque no quiero asustar a mis sobrinos, pero bueno, ¡Danele y Martin, solo fue un susto, estamos bien! (Emma todavía no se entera). Estábamos sacando fotos tranquilamente, cuando apareció un gran tiranosaurus Rex de la nada que quiso zamparnos como desayuno, tenía unos dientes enormes pero pudimos escapar gracias a que vuestro tío Canelón le tiró una gran bola de sal a los ojos... Buffff, ¡por poco nos devora!

Nos hubiera gustado caminar por el salar durante horas, pero los cuatro días llegaban a su fin, es una pena que siempre todo se acabe. Antes de decir adiós, teníamos que visitar un cementerio para subirnos a un tren. Ahora sí, se acabó lo bueno. Así es la vida...
DATOS PRÁCTICOS:
- Tour de 4 días con Tupiza Tours, todo incluido, 1500 bolivianos.
- Recomendamos llevar ropa de abrigo, a las noches refresca muchísimo. 
- Es recomendable llevar saco de dormir.
- Una opción muy apetecible es alquilar un coche y hacerlo por cuenta propia, aunque el camino no está bien señalizado.
- Una vez en el salar nos enteramos que puede recorrerse en bicicleta, ¡gran idea!

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6 comentarios:

  1. Que bonito relato!!menudo bicho verde..q miedo!!

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  2. Los expertos paleontologos Danele y Martin dicen que os habeis asustado por un dinosaurio de mentira!!!!

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  3. Impresionante relato y que bien descrita una naturaleza tan diferente! Las fotos maravillosas y se os ve guapos y morenitos.

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    1. Muchas gracias Carmen!!! Moreno de noja, porque vaya frío... un beso!!!!

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